No seré muy buena con las palabras, pero lo que sí es que podré explicar mas o menos lo que siento. Por un lado me animé a escribir este blog para platicar la mala experiencia que estoy viviendo con la parálisis facial y deshogarme de alguna forma; pero por otra parte, al estar navegando por la internet y ver que hay muy pocos blogs que hablen de este mal y a muchas personas buscando respuestas como yo, decidí escribirlo para al menos brindar un poco de ayuda y luz a quienes lo precisen. Esto con el fin de apoyar.
Espero desde el fondo de mi corazón que la información aquí recabada les ayude y puedan salir adelante para lograr su recuperación total.
Antes que nada, les dejo la url que habla de forma metódica lo que trata la parálisis:
Les recomiendo que la lean con detenimiento. Comprendan que la mejor arma es informarse aunque claro está que nada sustituye la visita a los especialistas. Tomen en cuenta que escribo esto para contarles mi experiencia y como llevo día con día mi enfermedad y que tal vez desde mi punto de vista pueda servirles a ustedes o a las personas que padecen por lo mismo.
En fin, dejando a un lado esto, ahora procedo a contar mi experiencia: Yo lo que porque esa enfermedad que me dio fue una inflamación del nervio facial. ¿Cómo comenzó todo? el 29 de junio del 2012, comencé a sentir a medio día un extraño cosquilleo en la lengua. Claro, uno lo atribuye a una mal comida o en mi caso, a altas y bajas de azúcar (sufro prediabetes) por lo que busqué refrescar mi lengua y me olvidé del asunto. Sin embargo al irme a dormir el cosquilleo aumentó y la cena me había dejado un mal sabor de boca, tanto que pensé que estaba la comida mal pasada. Sin embargo no sentía dolor ni nada más.
Al día siguiente, salí con mi madre en automóvil y de repente comencé a sentir que se me tapaba los oídos y que parpadeaba más de mi ojo derecho. A la hora de eso, comencé a almorzar y fue cuando sentía que la boca se me iba de lado y no podía tomar agua pues se me salía y mi familia, que estaba conmigo me miraba raro y efectivamente notaba mi esfuerzo por comer y beber. Total que asustada, fui con una tía médico, la cual al verme me declaró que padecía de "Parálisis Facial" que era tratable, curable, que la mayoría se cura completamente, pero estar enfermo del rostro, sin poder mover una parte de la cara, no poder parpadear con normalidad y que por eso se irrite el ojo, no poder comer con normalidad porque los labios no se quieren levantar, no poder retener agua en la boca porque se sale, y por eso tampoco poder lavarme bien los dientes porque ni siquiera buches podía hacer, no poder hablar ni reír con naturalidad, ni poder levantar las 2 cejas (solo se levantaba una), cuando me bañaba por eso de que un párpado como que no tenía fuerza para cerrarse bien a veces me entraba el agua jabonosa y el shampoo, no poder silbar e inflar globos, todo eso junto … pues sí te pega de forma física, psicológica y por supuesto...social pues todos te miran feo. Tu vida da un giro total y te desesperas pues jamás has pasado por esa situación tan dolorosa, al menos en tu mente pasan imágenes tan traumáticas.
Bueno, habían muchas cosas que no podía hacer y ¡en tan poco tiempo!, entonces estar así es como para no sentirse bien y sentirse bien limitado, te sientes infeliz y quieres que pase todo rápido, recuperarte en un tris-tras, pero conforme pasan las horas te das cuenta que no son así las cosas y lloras.
La primer semana ha sido la más difícil... creo, porque yo quería ver resultados a la de ya, porque me habían dicho que en esa semana tenía que ver resultados, y yo ¡no miraba nada! fue bastante decepcionante. Me tomaba el antiviral que me recetaron, así como tomaba religiosamente el diclofenaco y sufría ponerme cada 12 horas una inyección dolorosa de vitaminas. Igualmente comencpe a acudir a fisioterapia para recuperarme YA: Me daban electroestimulación, ultrasonidos, ventosas...todo caro pero no me importaba pues yo quería tener mi rostro bien, para poder trabajar (ando buscando trabajo y me daban puestos importantes y por esta enfermedad se me truncó el asunto) Pasaron los 7 días y no sentía que mejorara, pero lo que si notaba y por lo menos decía yo era buena señal, es que no empeoraba, entonces me imaginé que por lo menos las pastillas habían ayudado en algo, aunque igual me desesperaba y lloraba a pesar que todos me decían que no se me notaba mucho pero uno solo sabe lo que se siente. Igual, a los 7 días ya me estaba terminando el tratamiento y no sabía que hacer, hasta que me recomendaron a otro médico y acudí a una segunda opinión.
Al entrar a la sala del médico (que es especialista en estrés y homeopatía, asi como diplomado en diabetes) me inspiró confianza, ya era una persona grande pero se ve experimentada. Me dijo sorprendido que era el tercer caso en el día que llegaba a su consulta con parálisis facial y me dijo que probablemente la causa de la mia era por un coágulo prediabético o un coraje y que había sido agresivo (debo admitir que no he pasado por buenas semanas y he tenido mucho estrés) pero igual me salí sin cubrirme a pesar de la época de lluvias. En fin, muchos factores pudieron ser. Me animó el médico y me dijo que le echara ganas y que si seguía las instrucciones, podría salir en mínimo 10 días. Inmediatamente me tomó mis datos y me dio terapia que consistió en lo siguiente:
-Homeosiniatría: Consiste en inyectar los medicamentos homeopáticos en los puntos de acupuntura de la Medicina Tradicional China.
En mi caso, nunca me habían puesto agujas o inyecciones en el rostro, temía por el dolor (en mi parálisis si sentía que me ponían los dedos y detectaba los sabores) pero por mejorar lo soporté. El dolor es palpable pero tolerable. Inyectaron en mi nuca y en el rostro. Hay que checar que el material era desechable y aplicado de forma profesional.
-Electro-estimulación: Inmediatamente de la homeosiniatría, me aplicaron corriente eléctrica en mi rostro. Eran "toques" continuos que iba aplicando el médico en ciertas zonas.
-Ultrasonido infrarrojo: Después de la electro.estimulación me pasó el ultrasonido y aplicaba calor.
-Masaje: No recuerdo el nombre de esta técnica pues era a través de un aparato mecánico cuyos nodos daban vueltas, igual escuchaba al médico contar el tiempo en cada zona.
-Ejercicios faciales: Después de lo anterior, para finalizar, el médico me enseñó algunos ejercicios que debía hacer en mi casa de 3 a 4 veces al día. Esos ejercicios eran en abrir y cerrar los ojos con fuerza y luego leve (40 repeticiones) todo sentada, con la espalda recta, el rostro derecho y me hacía mover los ojos solamente, la vista de arriba y hacia abajo totalmente, fuerte, en la misma serie de repeticiones, luego de izquierda a derecha, y al último en círculos (20 a la derecha y 20 a la izquierda) luego trabajaba con la lengua y la boca, con ayuda del espejo sacar la lengua de forma recta 40 veces metiendo y sacando fuertemente la lengua de mi boca. Después pasar la lengua entre los dientes y los labios en circulos, siguiendo la hilera de mis dientes y muelas, 20 de un lado y 20 de otro, e igual empujar la lengua de forma interna de una mejilla a otra en el mismo número. Para terminar debía acomodar mis labios e inflar un globo. El médico me dijo que al o largo del día lo intentará como 100 veces y que no me preocupara, que de esas 100 se inflaría una o dos.
Debo añadir que al terminar todo esto (al salir de la consulta del médico después de una hora y media) recuperé el 30% de mi movimiento. Eso fue el día sábado 7 de julio del 2012, a una semana de cuando empecé con la parálisis.
Nueva medicación: Como ya había terminado con el antiviral, me recomendó continuar con dosis de Soma-B (inyecciones de vitaminas) y 4 más de corticoides. Igual tomar Neurobión y diclofenaco cada 8 horas. En las noches debo beber una infusión de ruda con chocolate abuelita antes de irme a costar pues es caliente. Claro, esto me lo dijo checando que mi glucosa estuviera bien y no estuviera embarazada. La ruda es de cuidado.
Hoy, lunes 9 de abril he acudido a mi segunda consulta. Pasé por el tratamiento de Homeosiniatría y masaje mecánico, así como los ejercicios faciales. Me recomendó ahora conseguir un tabique o ladrillo rojo (exclusivamente, pues el barro con que está hecho es caliente), cubrirlo con una toalla y meterlo en agua hirviendo, que la sacara y con ayuda de otra toalla darme masaje para acomodar mis labios que aún siguen un poquito chueco y jugara con un huesito de durazno (melocotón) en mi boca como si fuera un dulce y eso me ayudaría. Igual siguiera con el globo y me da esperanzas de mejorar mucho esta semana. Debo añadir que me siento mejor, puedo abrir y cerrar mas mi ojo y articular un poco más las palabras, creo que he avanzado otro 10% y estoy algo mas contenta y tranquila. Igual debo cubrirme del frío con una bufanda cuando salga. Debo confesar que de repente me desespero pero estoy viendo avances y eso que apenas llevo 10 días con este mal. El médico confía que salga en esta semana o la otra. Así que debo ser constante y pensar positivo ¿no?
Puedo decir que creo que soy bastante afortunada a pesar de todo, porque el tratamiento lo empecé cuando comencé y sentí lo raro en la parte izquierda del rostro, también seguí al pie de la letra las pastillas que me recomendo el doctor a las horas que me las tenía que tomar, seguir los ejercicios y mirarme al espejo, aunque luego lo hacía luego incoscientemente todo por salir bien.
Les digo a todos que le echen ganas, que acuden con el médico correcto y si no les convence a quien acuden busquen una segunda opinión. Recuerden que esto afecta en varios sentidos a la persona que lo padece. Desafortunadamente, tenemos que pasar por estas terribles situaciones para entender que debemos cuidar nuestra salud, en hacer caso en la gente que te dice que te cuides. Debo añadir que ahora entiendo un poquito el mundo de las personas que han sufrido parálisis más fuertes y no me gustaría estar en sus zapatos, pero eso no deja de ser menos admirable lo mucho que luchan para salir adelante. Admiro a la gente que es perseverante en su tratamiento, en sus terapias. Ver que ellos tienes que pasar por varios años para recuperarse, tal vez no al 100%, pero siguen al pie del cañón. Es por eso que a nosotros, que ha sido algo parcial, no por ello nos vamos a dejar vencer. Si ellos han podido, nosotros con más razón.
Ánimo. Les estaré avisando de mi evolución y ustedes, compartan su experiencia, por favor =) me será grato su ayuda, sus consejos y por su puesto, sus vivencias.
Besos y piensen "SI PUEDO; ESTOY BIEN"
lunes, 9 de julio de 2012
viernes, 25 de noviembre de 2011
Capítulo 3. "Camino de nueces y chocolate"
Capítulo 3. Camino de nueces y chocolate.
-¡Veo luz, veo luz!
Casi me iba de espaldas por la emoción y no era para menos. Habíamos pasado varios días e interminables noches que se hicieron semanas enteras compartiendo sinsabores, tristezas y tragos amargos. El túnel en donde nos hallábamos atrapados era difícil que entrase siquiera un poco de los rayos del sol. Casi siempre en nuestras cabezas gobernaban las tinieblas.
-Golondrina, te vas a caer.- Me advirtió el Dragón un poco tarde pues los grises ladrillos estaban húmedos, muy lisos y por la exclamación que solté, así por la debilidad que aún resentían mis alas, resbalé y caí al vacío.
-¡Ay!
¡Pum! Se escuchó muy quedo. Abrí lentamente los ojos y me los froté. Me levanté y comprobé con mis pequeñas patas que había aterrizado sobre la barriga del Dragón. Con razón no sentí dolor cuando choqué con algo suave.
-¡Gracias Dragón!- Fui dando de brinquitos sobre el vientre plateado.- Si no hubiese sido por ti me hubiera convertido en puré de pollo.
-O de humano.- Dijo el Dragón, algo divertido.- Menos mal que estabas en tu forma de Golondrina que si no…
Reí por el comentario de mi compañero. Era verdad que también estaba de mejor humor que en días pasados. El escucharle con más ánimo me hizo sentirme también un poco más fuerte. Era también que las heridas continuaban haciendo mella en nuestros cuerpos y su interior, pero su risa me parecía que un viento agradable refrescaba todo de mí.
-Quisiera intentar subir de nuevo.- Comenté batiendo las alas con cuidado. El Dragón movió la cabeza inquisitivamente.
-¿Tan tenaz eres? Llevas días intentándolo…
-Un poquito solamente, sí.- Volví a sonreír.- Oye, que no quiero que la tripa más chica se coma a la más grande. Ya me acabé las semillas que traía conmigo.- Palmeé mi estómago que estaba rugiendo como si tuviese una manada de leones hambrientos dentro.- No sé tú pero yo tengo mucha hambre, más grande que de lo que mido. Imagino que la tuya ha de ser monumental por más dragón que seas y hayas aguantado tanto tiempo sin probar bocado.
El Dragón soltó una pequeña carcajada y entornó sus ojos.
-Sí, tal vez tenga algo.
-Uhm. Si salgo prometo traerte algo. Algunas bayas, hierbas, frutos secos…- Al decir esto, él comenzó a reírse con más estruendo.
-Esa dieta es un poco difícil de llevar por seres como yo.
-Ah pues…yo no sé que coman los de tu clase.- Volví a dar otros saltitos y me posé sobre su frente ladeando mi cabecita con interrogantes.- ¿No te gustan las hierbas?
-No soy conejo.
-¡Oye! – Fruncí el ceño algo sentida y crucé mis alas sobre mi pinto pecho.
-Perdona, perdona.- Me enseñó toda la hilera de sus dientes en una mueca de sonrisa y disculpa.- No quise ofenderte, solamente que no estoy acostumbrado a comer esa clase de…alimento. Soy más carnívoro que los mismos felinos.- Al decir lo último vislumbré una sombra de tristeza fugaz que pasó por sus pupilas.
-No tiene nada de malo.- Dije dándole de toquecitos con mi pico para animarlo. Ya me daba cuenta cuando él se ponía melancólico y yo no quería verle así. Me gustaba más verle sonreír.- Mira, yo no soy tan grande ni tan fuerte para traerte un rebaño de ovejas o un lechón porque no puedo con él, pero si te traigo algunas frutas y verduras… ¿prometes comerlas aunque sea un poquito? Debes ponerte fuerte para salir de aquí.
Él volteó a mirarme y haciendo un esfuerzo, me contestó un poco más alegre, asintiendo.
-Te prometo que si caes, yo estaré aquí para levantarte.
Sonreí. Me sentí muy contenta, mucho, como nunca me había sentido antes pues sus palabras destilaban sinceridad y eso desde hace mucho me hacía falta.
-Bueno, entonces ayúdame de nuevo por favor.- Abaniqué mi cola y miré hacía arriba, intentando calcular como podría alcanzar la boca del pozo.
El Dragón intentó incorporarse mientras yo me posaba entre sus fosas nasales. Sentía su respiración, un aire calientito que salía de su interior. Cuando noté que ya no podía levantarse más por el dolor de sus cortes en el pecho y su espalda –en donde tenía claramente la marca de la empuñadura de una daga- Dí unos brincos para poder impulsarme hacía arriba.
Hicimos varios intentos, de las cuales la mayoría de las veces volvía a irme de bruces al fondo del pozo, pero siempre el Dragón de Xián amortiguaba mi caída. A veces quise darme por vencida, sin embargo al ver que Él me ayudaba soportando su gran dolor, me di cuenta que lo que quería hacer no era solo por mí, sino por él…por los dos.
Estaba exhausta pero continúe, tenía que luchar…fue entonces que en una de esas pude brincar más alto y antes de volver a caer en picado batí mis alas oscuras y fui alcanzando altura. Poco a poquito, a veces yéndome de lado, a veces chocando con las circulares paredes, logré ir subiendo.
-Tú puedes, Golondrina. Puedes volar- Escuché a mi amigo animarme. Eso me inyectó más energía sin darle importancia al ardor que sentía en mi garganta. Igual debo confesar que tenía mucho miedo en salir de ahí porque el zorro estaba en alguna parte…ahí afuera…en el exterior, igual mi padre el Buitre que estaría, tal vez buscándome para darme el castigo de mi vida... Pero la voz del Dragón por un momento me hizo vencer ese miedo.
“Yo puedo, yo puedo” Me dije a mi misma a la par de lo que me decía el Dragón.” Además hice una promesa, ¡tengo que poder!”
Dejé mi figura de Golondrina y me quedé como una simple muchacha semidesnuda. Divisé el cielo y supuse que el atardecer estaba ya cayendo. Una brisa fría me congeló hasta los huesos. Pronto se haría noche y los animales carroñeros estarían acechando el sitio. Debía darme prisa.
Encontré, muy cerca a la boca del pozo, una bolsa verde tejida que me había dado mi madre la Paloma como regalo de cumpleaños y que traía conmigo antes de que el Zorro me hiciera trizas…Suspiré con fuerza e intenté contener la tristeza, apreté los puños y aspiré el aroma de las pocas flores que crecían entre las matas de hierba bruta. Inmediatamente la recogí, la sacudí para quitarle la tierra y busqué dentro de ella. Solté un murmullo entre agradecimiento y decepción. Dentro quedaba un vestido blanco con polvo, una cantimplora vacía y dos barras de chocolate dentro de su envoltura. Con eso no apagaría nuestra hambre, así que, después de ponerme el vestido, me dediqué a explorar tratando de ir no muy lejos para no perderme en esas tierras extrañas y que tontamente fui a explorar sin compañía de nadie, solo del zorro traicionero…
“Pero…en estas tierras pude encontrarme y conocer mejor al Dragón.” Me dije, animándome, pensando que siempre detrás de la oscuridad hay una perlita de luz. Un por qué a ese dolor tan desgarrante.
El camino esta repleto de piedras y seca tierra por lo que me hice otros cortes nuevos en mis pies, pero poco me importó. Me encontré con un árbol repleto de nueces. Busqué si no había ardillas por el sitio pues me parecía que si las tomaba sin permiso dejaría a las pobres sin poder comer. Estaba hambrienta pero no podía hacer esa acción tan vil. Al no encontrar ningún rastro, comencé a acopiar los frutos secos, contenta e intentando tararear alguna canción. Pocas notas salieron de mí.
“Poquito a poquito. El Dragón me dijo que si practicaba y dejaba sanar bien mis heridas, podría volver a cantar.” Sonreí.
Pronto encontré también un arroyuelo del cual pude llenar mi cantimplora; junto a él varios colibríes revoloteaban sobre un ramaje lleno de flores coloridas y tupidas. Me acerqué a ellas, me saludaron con afecto y sin contar mucho notaron que no era de esas tierras, así igual que tenía rasguños recientes y mi rostro fatigado, sediento y lleno de hambruna. Uno de aquellos pajarillos, quien dijo ser el que protegía a los colibríes, se convirtió en un hombre anciano de cabello blancuzco y largas barbas, me obsequió su ración de néctar después se escuchar un poco de mis penas.
-Un poco de ayuda para una hermana de los vientos.- Dijo dándome también una porción generosa de moras dulces y señalándome donde podría encontrar más alimento.- Y más siendo alguien quien ha sobrevivido a la caída en el Pozo de la Traición. Somos pequeños pero entre nosotros, los hijos del aire siempre habrá hermandad y comprensión. Noto que aún te falta mucho por superar ese dolor que carcomió tu alma. Mucho de ese camino debes superarlo por ti misma, primero debes curarte, eliminar tu tristeza y rabia así como pasar otras pruebas y perdonar. Pero nunca olvides que no estás sola…- Dicho esto me abrazó mientras yo lloraba llena de gratitud pensando que ese señor tan amable me recordaba a mi amada abuela que tanto añoraba.
La extrañaba, igual echaba de menos a mi mamá Paloma y a mis hermanos. ¿Cómo estarían ellos? Tenía tantas ganas de abrazarles, de cobijarme entre sus cálidas plumas…es cierto que deseaba con tanto ahínco volver a mis tierras, pero el señor Colibrí tenía razón. Además, alguien estaba aguardándome, sufriendo lo mismo que yo…
Después de dar las gracias, me apresuré a seguir recolectando bayas y despidiéndome de los amables colibríes regresé al pozo cuando salía la primera estrella nocturna.
Cuando regresé al lugar donde hace tantas semanas el Zorro me lanzó, al querer bajar, una oleada de terror volvió a sacudirme. Mis pesadillas volvieron y recordé con nitidez como él se había deshecho de mí. A lo lejos escuché el ulular de los búhos y el aullido de los lobos… La oscuridad de ese pozo no me gustaba nada pero…tenía que volver. El Dragón me esperaba.
Me posé sobre la entrada, aleteé un poco y comencé a bajar, pero sin querer mi cuerpo se paralizó y me fui de pico. Por un momento las plumas de mis alas fallaron, tampoco el peso de la bolsa me ayudó. Quise asirme de las paredes pero si lo hacía de seguro estropearía lo que llevaba, igual no pude gritar. Apreté los párpados y levanté mis patitas. Rezaba por que el Dragón se percatara de mi presencia. Pasaron los segundos volando y yo seguía cayendo, cayendo. En eso escuché la voz de mi amigo el Dragón y entonces abrí muy bien mis ojos y pude ver una mano me atrapaba como si fuese una pelota de goma, pero fue con mucha sutileza…Espera… ¿una mano? Volteé hacía arriba, muy extrañada intentando orientarme y buscando la garrafal figura de dragón que ya había memorizado. Pero para mi sorpresa no estaba Él, al menos como lo había conocido…
-¿Estás bien, Golondrina?- Me preguntó algo preocupado. No cabía duda que era el Dragón, pero aún así no salía de mi sorpresa. Lucía tan distinto pero no menos poderoso.
Ya no lo veía de ese tamaño tan descomunal, si no que lo miraba mucho más pequeño, muy diferente…lo vi como un humano. La poca luz de sol que daba me hizo poder vislumbrar un poco su cabello que era castaño, ondulado, bonito…la piel de su rostro era blanca y estaba tapizada por una abundante barba y un bigote que coronaba unos finos labios. Me costó trabajo enfocar sus ojos pues estos se encontraba ocultos detrás de unas gafas de oscura pasta pero lo poco que vi me parecieron penetrantes y llenos de misterio. Se veía en verdad tan erudito pero a la vez tan dulce.
-¿Golondrina?- Me volvió a llamar mientras con su dedo índice se posaba sobre mi pico. Fue entonces cuando reaccioné y me puse de un brinco, algo avergonzada.
-Estoy bien.- Dije intentando ocultar mi sonrojo. No era tan difícil por el color de mi plumaje, al menos eso creía.- Gracias por salvarme de nuevo, Dragón.
-No tienes que agradecer.- Dijo con amabilidad mientras me ponía sobre el suelo y él se sentaba a mi lado. No veía bien como iba vestido, pero escuché el roce de telas que abrazaban su cuerpo.- Me reconociste…
-Eso es fácil. Tienes una voz peculiar y muy varonil. Me gusta.- Noté que sus mejillas se le ponían coloradas y miraba hacia otro lado. Entonces sentí de nuevo vergüenza.- Perdona, no quería ofenderte. A veces soy muy lengua larga y hablo de más.
-No, no me ofendiste, al contrario.- Volvió a mirarme y sus labios bonitos me sonrieron mientras yo me acicalaba las plumas y pasaba la tira del zurrón por encima de mi cabeza para dejarla en el piso. Él me había ayudado también con el peso de la bolsa. Después se puso serio- Volaste muy bien y se ve que conseguiste algo para comer…pero… ¿Por qué volviste a este foso? Bien podías ir a casa, Golondrina.
La pregunta me hizo echarme para atrás, alcé el cuello y le miré directamente.
-Por que soy alguien quien cumple sus promesas, igual que tú.- Al decir eso, en un abrir y cerrar de ojos volví a mi forma humana y me acomodé a su lado mientras, sin mirarle, comenzaba a vaciar la bolsa tejida. No estaba segura si el Dragón podría verme bien pues otra vez ya no había mucha luz- No podía dejarte solo y hambriento, ¿ne?
Él se quedó en silencio. Sentí que cavilaba e igual que me perforaba con sus ojos. Cuando acabé de vaciar mi zurrón, le enseñé lo que traía conmigo y le platiqué mi encuentro con los colibríes al igual le ofrecía disculpas por no poderle lo que a él le gustaba.
-Te prometo que mañana saldré más temprano y buscaré algo para ti. Algo de carne - Le dije volviendo a mirarle de frente.- Le preguntaré al señor Colibrí si sabe como puedo conseguirla.
-Tienes los ojos rasgados, muy bonitos…como de egipcia.- Fue lo único que me dijo, con una sonrisa por delante y que me hizo ponerme colorada.
Nadie me había dicho algo así. Con nerviosismo rompí la envoltura de uno de los chocolates y estrujaba unas hierbas curativas que había encontrado y que le había dicho que servirían para seguir sanando sus heridas.
No supe que contestarle, solo me reí mientras le metía un pedazo de chocolate en su boca para que lo saboreara…
-Nuestro camino es como un chocolate…a veces duro, a veces amargo… otras veces es dulce y placentero. Lo que me dices son estas últimas cosas. Gracias, Dragón…- Le mostré los frutos secos.- Creo que lo mismo pasa con éstas. Son duras por fuera pero su fruto es delicioso. Yo no sé partir nueces… ¿me ayudas?
-¡Veo luz, veo luz!
Casi me iba de espaldas por la emoción y no era para menos. Habíamos pasado varios días e interminables noches que se hicieron semanas enteras compartiendo sinsabores, tristezas y tragos amargos. El túnel en donde nos hallábamos atrapados era difícil que entrase siquiera un poco de los rayos del sol. Casi siempre en nuestras cabezas gobernaban las tinieblas.
-Golondrina, te vas a caer.- Me advirtió el Dragón un poco tarde pues los grises ladrillos estaban húmedos, muy lisos y por la exclamación que solté, así por la debilidad que aún resentían mis alas, resbalé y caí al vacío.
-¡Ay!
¡Pum! Se escuchó muy quedo. Abrí lentamente los ojos y me los froté. Me levanté y comprobé con mis pequeñas patas que había aterrizado sobre la barriga del Dragón. Con razón no sentí dolor cuando choqué con algo suave.
-¡Gracias Dragón!- Fui dando de brinquitos sobre el vientre plateado.- Si no hubiese sido por ti me hubiera convertido en puré de pollo.
-O de humano.- Dijo el Dragón, algo divertido.- Menos mal que estabas en tu forma de Golondrina que si no…
Reí por el comentario de mi compañero. Era verdad que también estaba de mejor humor que en días pasados. El escucharle con más ánimo me hizo sentirme también un poco más fuerte. Era también que las heridas continuaban haciendo mella en nuestros cuerpos y su interior, pero su risa me parecía que un viento agradable refrescaba todo de mí.
-Quisiera intentar subir de nuevo.- Comenté batiendo las alas con cuidado. El Dragón movió la cabeza inquisitivamente.
-¿Tan tenaz eres? Llevas días intentándolo…
-Un poquito solamente, sí.- Volví a sonreír.- Oye, que no quiero que la tripa más chica se coma a la más grande. Ya me acabé las semillas que traía conmigo.- Palmeé mi estómago que estaba rugiendo como si tuviese una manada de leones hambrientos dentro.- No sé tú pero yo tengo mucha hambre, más grande que de lo que mido. Imagino que la tuya ha de ser monumental por más dragón que seas y hayas aguantado tanto tiempo sin probar bocado.
El Dragón soltó una pequeña carcajada y entornó sus ojos.
-Sí, tal vez tenga algo.
-Uhm. Si salgo prometo traerte algo. Algunas bayas, hierbas, frutos secos…- Al decir esto, él comenzó a reírse con más estruendo.
-Esa dieta es un poco difícil de llevar por seres como yo.
-Ah pues…yo no sé que coman los de tu clase.- Volví a dar otros saltitos y me posé sobre su frente ladeando mi cabecita con interrogantes.- ¿No te gustan las hierbas?
-No soy conejo.
-¡Oye! – Fruncí el ceño algo sentida y crucé mis alas sobre mi pinto pecho.
-Perdona, perdona.- Me enseñó toda la hilera de sus dientes en una mueca de sonrisa y disculpa.- No quise ofenderte, solamente que no estoy acostumbrado a comer esa clase de…alimento. Soy más carnívoro que los mismos felinos.- Al decir lo último vislumbré una sombra de tristeza fugaz que pasó por sus pupilas.
-No tiene nada de malo.- Dije dándole de toquecitos con mi pico para animarlo. Ya me daba cuenta cuando él se ponía melancólico y yo no quería verle así. Me gustaba más verle sonreír.- Mira, yo no soy tan grande ni tan fuerte para traerte un rebaño de ovejas o un lechón porque no puedo con él, pero si te traigo algunas frutas y verduras… ¿prometes comerlas aunque sea un poquito? Debes ponerte fuerte para salir de aquí.
Él volteó a mirarme y haciendo un esfuerzo, me contestó un poco más alegre, asintiendo.
-Te prometo que si caes, yo estaré aquí para levantarte.
Sonreí. Me sentí muy contenta, mucho, como nunca me había sentido antes pues sus palabras destilaban sinceridad y eso desde hace mucho me hacía falta.
-Bueno, entonces ayúdame de nuevo por favor.- Abaniqué mi cola y miré hacía arriba, intentando calcular como podría alcanzar la boca del pozo.
El Dragón intentó incorporarse mientras yo me posaba entre sus fosas nasales. Sentía su respiración, un aire calientito que salía de su interior. Cuando noté que ya no podía levantarse más por el dolor de sus cortes en el pecho y su espalda –en donde tenía claramente la marca de la empuñadura de una daga- Dí unos brincos para poder impulsarme hacía arriba.
Hicimos varios intentos, de las cuales la mayoría de las veces volvía a irme de bruces al fondo del pozo, pero siempre el Dragón de Xián amortiguaba mi caída. A veces quise darme por vencida, sin embargo al ver que Él me ayudaba soportando su gran dolor, me di cuenta que lo que quería hacer no era solo por mí, sino por él…por los dos.
Estaba exhausta pero continúe, tenía que luchar…fue entonces que en una de esas pude brincar más alto y antes de volver a caer en picado batí mis alas oscuras y fui alcanzando altura. Poco a poquito, a veces yéndome de lado, a veces chocando con las circulares paredes, logré ir subiendo.
-Tú puedes, Golondrina. Puedes volar- Escuché a mi amigo animarme. Eso me inyectó más energía sin darle importancia al ardor que sentía en mi garganta. Igual debo confesar que tenía mucho miedo en salir de ahí porque el zorro estaba en alguna parte…ahí afuera…en el exterior, igual mi padre el Buitre que estaría, tal vez buscándome para darme el castigo de mi vida... Pero la voz del Dragón por un momento me hizo vencer ese miedo.
“Yo puedo, yo puedo” Me dije a mi misma a la par de lo que me decía el Dragón.” Además hice una promesa, ¡tengo que poder!”
Dejé mi figura de Golondrina y me quedé como una simple muchacha semidesnuda. Divisé el cielo y supuse que el atardecer estaba ya cayendo. Una brisa fría me congeló hasta los huesos. Pronto se haría noche y los animales carroñeros estarían acechando el sitio. Debía darme prisa.
Encontré, muy cerca a la boca del pozo, una bolsa verde tejida que me había dado mi madre la Paloma como regalo de cumpleaños y que traía conmigo antes de que el Zorro me hiciera trizas…Suspiré con fuerza e intenté contener la tristeza, apreté los puños y aspiré el aroma de las pocas flores que crecían entre las matas de hierba bruta. Inmediatamente la recogí, la sacudí para quitarle la tierra y busqué dentro de ella. Solté un murmullo entre agradecimiento y decepción. Dentro quedaba un vestido blanco con polvo, una cantimplora vacía y dos barras de chocolate dentro de su envoltura. Con eso no apagaría nuestra hambre, así que, después de ponerme el vestido, me dediqué a explorar tratando de ir no muy lejos para no perderme en esas tierras extrañas y que tontamente fui a explorar sin compañía de nadie, solo del zorro traicionero…
“Pero…en estas tierras pude encontrarme y conocer mejor al Dragón.” Me dije, animándome, pensando que siempre detrás de la oscuridad hay una perlita de luz. Un por qué a ese dolor tan desgarrante.
El camino esta repleto de piedras y seca tierra por lo que me hice otros cortes nuevos en mis pies, pero poco me importó. Me encontré con un árbol repleto de nueces. Busqué si no había ardillas por el sitio pues me parecía que si las tomaba sin permiso dejaría a las pobres sin poder comer. Estaba hambrienta pero no podía hacer esa acción tan vil. Al no encontrar ningún rastro, comencé a acopiar los frutos secos, contenta e intentando tararear alguna canción. Pocas notas salieron de mí.
“Poquito a poquito. El Dragón me dijo que si practicaba y dejaba sanar bien mis heridas, podría volver a cantar.” Sonreí.
Pronto encontré también un arroyuelo del cual pude llenar mi cantimplora; junto a él varios colibríes revoloteaban sobre un ramaje lleno de flores coloridas y tupidas. Me acerqué a ellas, me saludaron con afecto y sin contar mucho notaron que no era de esas tierras, así igual que tenía rasguños recientes y mi rostro fatigado, sediento y lleno de hambruna. Uno de aquellos pajarillos, quien dijo ser el que protegía a los colibríes, se convirtió en un hombre anciano de cabello blancuzco y largas barbas, me obsequió su ración de néctar después se escuchar un poco de mis penas.
-Un poco de ayuda para una hermana de los vientos.- Dijo dándome también una porción generosa de moras dulces y señalándome donde podría encontrar más alimento.- Y más siendo alguien quien ha sobrevivido a la caída en el Pozo de la Traición. Somos pequeños pero entre nosotros, los hijos del aire siempre habrá hermandad y comprensión. Noto que aún te falta mucho por superar ese dolor que carcomió tu alma. Mucho de ese camino debes superarlo por ti misma, primero debes curarte, eliminar tu tristeza y rabia así como pasar otras pruebas y perdonar. Pero nunca olvides que no estás sola…- Dicho esto me abrazó mientras yo lloraba llena de gratitud pensando que ese señor tan amable me recordaba a mi amada abuela que tanto añoraba.
La extrañaba, igual echaba de menos a mi mamá Paloma y a mis hermanos. ¿Cómo estarían ellos? Tenía tantas ganas de abrazarles, de cobijarme entre sus cálidas plumas…es cierto que deseaba con tanto ahínco volver a mis tierras, pero el señor Colibrí tenía razón. Además, alguien estaba aguardándome, sufriendo lo mismo que yo…
Después de dar las gracias, me apresuré a seguir recolectando bayas y despidiéndome de los amables colibríes regresé al pozo cuando salía la primera estrella nocturna.
Cuando regresé al lugar donde hace tantas semanas el Zorro me lanzó, al querer bajar, una oleada de terror volvió a sacudirme. Mis pesadillas volvieron y recordé con nitidez como él se había deshecho de mí. A lo lejos escuché el ulular de los búhos y el aullido de los lobos… La oscuridad de ese pozo no me gustaba nada pero…tenía que volver. El Dragón me esperaba.
Me posé sobre la entrada, aleteé un poco y comencé a bajar, pero sin querer mi cuerpo se paralizó y me fui de pico. Por un momento las plumas de mis alas fallaron, tampoco el peso de la bolsa me ayudó. Quise asirme de las paredes pero si lo hacía de seguro estropearía lo que llevaba, igual no pude gritar. Apreté los párpados y levanté mis patitas. Rezaba por que el Dragón se percatara de mi presencia. Pasaron los segundos volando y yo seguía cayendo, cayendo. En eso escuché la voz de mi amigo el Dragón y entonces abrí muy bien mis ojos y pude ver una mano me atrapaba como si fuese una pelota de goma, pero fue con mucha sutileza…Espera… ¿una mano? Volteé hacía arriba, muy extrañada intentando orientarme y buscando la garrafal figura de dragón que ya había memorizado. Pero para mi sorpresa no estaba Él, al menos como lo había conocido…
-¿Estás bien, Golondrina?- Me preguntó algo preocupado. No cabía duda que era el Dragón, pero aún así no salía de mi sorpresa. Lucía tan distinto pero no menos poderoso.
Ya no lo veía de ese tamaño tan descomunal, si no que lo miraba mucho más pequeño, muy diferente…lo vi como un humano. La poca luz de sol que daba me hizo poder vislumbrar un poco su cabello que era castaño, ondulado, bonito…la piel de su rostro era blanca y estaba tapizada por una abundante barba y un bigote que coronaba unos finos labios. Me costó trabajo enfocar sus ojos pues estos se encontraba ocultos detrás de unas gafas de oscura pasta pero lo poco que vi me parecieron penetrantes y llenos de misterio. Se veía en verdad tan erudito pero a la vez tan dulce.
-¿Golondrina?- Me volvió a llamar mientras con su dedo índice se posaba sobre mi pico. Fue entonces cuando reaccioné y me puse de un brinco, algo avergonzada.
-Estoy bien.- Dije intentando ocultar mi sonrojo. No era tan difícil por el color de mi plumaje, al menos eso creía.- Gracias por salvarme de nuevo, Dragón.
-No tienes que agradecer.- Dijo con amabilidad mientras me ponía sobre el suelo y él se sentaba a mi lado. No veía bien como iba vestido, pero escuché el roce de telas que abrazaban su cuerpo.- Me reconociste…
-Eso es fácil. Tienes una voz peculiar y muy varonil. Me gusta.- Noté que sus mejillas se le ponían coloradas y miraba hacia otro lado. Entonces sentí de nuevo vergüenza.- Perdona, no quería ofenderte. A veces soy muy lengua larga y hablo de más.
-No, no me ofendiste, al contrario.- Volvió a mirarme y sus labios bonitos me sonrieron mientras yo me acicalaba las plumas y pasaba la tira del zurrón por encima de mi cabeza para dejarla en el piso. Él me había ayudado también con el peso de la bolsa. Después se puso serio- Volaste muy bien y se ve que conseguiste algo para comer…pero… ¿Por qué volviste a este foso? Bien podías ir a casa, Golondrina.
La pregunta me hizo echarme para atrás, alcé el cuello y le miré directamente.
-Por que soy alguien quien cumple sus promesas, igual que tú.- Al decir eso, en un abrir y cerrar de ojos volví a mi forma humana y me acomodé a su lado mientras, sin mirarle, comenzaba a vaciar la bolsa tejida. No estaba segura si el Dragón podría verme bien pues otra vez ya no había mucha luz- No podía dejarte solo y hambriento, ¿ne?
Él se quedó en silencio. Sentí que cavilaba e igual que me perforaba con sus ojos. Cuando acabé de vaciar mi zurrón, le enseñé lo que traía conmigo y le platiqué mi encuentro con los colibríes al igual le ofrecía disculpas por no poderle lo que a él le gustaba.
-Te prometo que mañana saldré más temprano y buscaré algo para ti. Algo de carne - Le dije volviendo a mirarle de frente.- Le preguntaré al señor Colibrí si sabe como puedo conseguirla.
-Tienes los ojos rasgados, muy bonitos…como de egipcia.- Fue lo único que me dijo, con una sonrisa por delante y que me hizo ponerme colorada.
Nadie me había dicho algo así. Con nerviosismo rompí la envoltura de uno de los chocolates y estrujaba unas hierbas curativas que había encontrado y que le había dicho que servirían para seguir sanando sus heridas.
No supe que contestarle, solo me reí mientras le metía un pedazo de chocolate en su boca para que lo saboreara…
-Nuestro camino es como un chocolate…a veces duro, a veces amargo… otras veces es dulce y placentero. Lo que me dices son estas últimas cosas. Gracias, Dragón…- Le mostré los frutos secos.- Creo que lo mismo pasa con éstas. Son duras por fuera pero su fruto es delicioso. Yo no sé partir nueces… ¿me ayudas?
jueves, 24 de noviembre de 2011
"Sangre de Dragón y Lágrimas de una Avecilla"
Capítulo 2. "Sangre de Dragón y Lágrimas de una Avecilla"
La noche estaba fría...no había una estrella en el firmamento. Al menos no había una que brillara para mí e igual manera era difícil ver alguna desde ese pozo...Pero por uno momentos no me importó pues la voz cálida del dragón hacía que me olvidase unos momentos de aquella gelidez y oscuridad que aturdían mi corazón más que mi cuerpo.
-Pequeña Golondrina. ¿Qué haces aquí?- Escuché al dragón dirigirse a mí con cierto esfuerzo después de haber tosido secamente un par de ocasiones y haberme saludado después de las risas. A pesar de que no podía ver nada, salvo la sombra de su silueta, pude saber donde se encontraban sus ojos.
Bajé la cabeza, avergonzada. ¿Cómo podría decirle que el ser a quien había confiado mi vida me había arrojado a la profundidad de ese foso que tanto miedo me había causado? Además, poco lo conocía pero tenía ganas de hablar y él me inspiró confianza. ¡Que raro!…yo confiando después de lo que me había pasado…
-Yo...desobedecí a mi abuela y ahora estoy pagando el precio de no haber escuchado sus sabios consejos.- Suspiré profundamente y volví a dejar caer el mentón sobre mi pecho muy avergonzada. “Bien, ya la he hecho, ahora ha de pensar mal de mí este ser tan sabio.”
El Dragón exhaló, sacando un poco de aire caliente de sus fosas nasales. En parte ese ruidito parecía denotar que estaba cansado y por otra sentí comprensión.
-De los errores se aprende.- Dijo él por un momento. Guardó silencio por un momento como si meditase lo que iba a decir a continuación.- Creo que puedes arreglar el error que cometiste ¿no?
-Algo difícil, por no decir imposible.- Respondí con tristeza meneando la cabeza negativamente.
Mi acompañante volvió a soltar un suspiro, más hondo que los anteriores que incluso me hizo temblar. Sin saber por qué, alcé uno de mis brazos con cierto esfuerzo e intenté tocarle.
-Dragón.- Le llamé, me sentí preocupada al escuchar que su respiración estaba entrecortada.- ¿Qué te ocurre?
No respondió inmediatamente, a cambio de ello sentí que mis cabellos se despeinaban de nuevo por las exhalaciones que emitía. Saqué fuerzas de la flaqueza y olvidándome un poco de mi propio dolor me puse de pie y logré alcanzarlo. Al tocarle sentí que algo húmedo y pegajoso se adhería a la palma de mano. Palpé un poco más y sentí los pliegues de carne abierta. Las perfectas escamas estaban descarnadas y algunas despedazadas.
-¡Señor Dragón!- Solté un grito ronco al asegurarme que tenía una herida parecía a la mía, solo que más grande, más profunda y sangrante. Con la ayuda de mis manos adoloridas y que le recorrían, noté que iba desde la garganta hasta su pecho.- ¡Está gravemente herido!
Retiré las palmas de él y me retorcí los dedos con nerviosismo. ¿Qué podía hacer? Tan solo era una pobre, débil y desgarrada Golondrina que no podía ni con su propia alma. Me asusté más al notar que el cuerpo del Dragón era mil veces más grande que yo. Me angustió de sobremanera al verle agitado y luchando por respirar. Necesitaba que le ayudase a que dejara de sangrar.
Me rompí los pocos trapos que traía encima. Con esfuerzo formé unos paños y sudorosa busqué algo para poder limpiar la sangre. Pero recordé que no había nada más en ese pozo que él, yo, un suelo frío y un charco formado por el agua de mis lágrimas…
Humedecí los trapos con esa agua y poco a poco, en la oscuridad, fui colocándolos en donde estaba más profunda la herida, limpiaba la sangre con la humedad y volvía al charco para enjuagar. Iba y venía sin parar. A veces sentía que el Dragón se estremecía de dolor por el contacto del algodón. No sé cuánto tiempo estuve en esa tarea que parecía interminable pues el tamaño descomunal del Dragón superaba con creces a la mía. Los dos estábamos exhaustos, pero no me importaba, de alguna manera quería ser útil…ser lo contrario a lo que me decía mi padre el buitre.
“Tú no sirves para nada.”
-Perdóname, quisiera hacer más por ti.- Murmuré bajito poniendo de nueva cuenta los paños e intentando sacarme aquella voz tétrica. Sentía que se me doblaban las piernas.- Si tan solo pudiese volar y traer algunas hierbas curativas…
-Tus lágrimas son saladas pero cálidas.- Dijo el Dragón alzando un poco la cabeza, sorprendiéndome y no dejándome caer de nuevo en la tristeza.- Me están ayudando…gracias…- Y volvió a recostarse.
-Dragón.- Le llamé con algo de rubor en la cara sin dejar de pasar lo hilachos de tela. No sabía si debía cerrar la boca o preguntar, pero mi naturaleza curiosa me hizo querer hacerlo así como la forma como él estaba- ¿Quién…quién te hizo esto? ¿Por qué antes de verte escuché el maullido de una gata?- Sentí que estaba siendo muy descarada y tontamente cotilla. Me disculpé- ¡Lo lamento! No respondas si no quieres pero tú, siendo tan magnífico, tan poderoso…se me hace injusto que estés en este lugar tan lúgubre y triste…
El Dragón de Xián, volvió a inhalar y exhalar con fuerza, aún con dificultad antes de responder:
-Pequeña Golondrina, si no te importa, te contaré una historia …Mi historia…
Lenta, quedamente, el Dragón comenzó un relato largo pero pausado. Me limité a escuchar, a comprender mientras seguía con mis pequeñas manos limpiando todo coágulo del plateado cuerpo, de vez en cuando usando mis cabellos para enjuagarle. En unas partes de su narración, al Dragón se le cortaba el aliento y parecía que no podría continuar más, pero valiente como era, continuó hasta el final.
Sentía que se me encogía el corazón en unas partes del relato, al menos los pedazos que me quedaban. Más cuando supe que aquella excelsa criatura que estaba posado a mi lado…tenía el mismo mal que yo padecía…
“El Dragón quería mucho a una hermosa Gata. Muchísimo. La había conocido en un reino que no estaba tan alejado del suyo. Parecía que tenían mucho en común y en poco tiempo ambos se enamoraron uno del otro. Para el Dragón, todo su mundo se comenzó a estructurar alrededor de ella, incluso a tal punto de dejar sus tierras para irse a las de ella y vivir juntos en un precioso y nuevo Palacio, junto a dos grandes amigos suyos: El Semielfo y al Samurai. Por muchos años todo parecía ser felicidad y todo marchaba viento en popa.
Sin embargo, todos tenemos un lado oculto, y el lado oculto de la Gata empezó a mostrarse, haciendo que el Dragón tuviese un gran dolor en el alma. Los gustos del Dragón estaban fuera de los de la Gata y ella intentó cambiarlo. Intentó cambiar sus gustos, sus pensamientos, su forma de ser... Intentó cambiarle incluso de Religión. Pero al final, cuando la Gata pensó que lo tenía controlado, encontró otra diversión, un Perro que sabía cosas que el Dragón no sabía, y que simplemente era "diferente" a lo que el Dragón le había dado.
La decisión de la Gata fue rápida, y aunque el Semielfo asegura que fue dolorosa, no pareció dolerle en absoluto cuando le clavó el puñal a la espalda del Dragón y lanzarlo a un pozo profundo de dolor y olvido, a las manos de la Pálida Dama y al túnel de la traición.”
-Tal como a mí me arrojó el zorro…y también vino a mi la Señora Blanca- Sollocé un poco después de que el Dragón terminó. Pero me guardé las lágrimas, tragándomelas. No quería ponerle de peor de ánimo. El Dragón volvió a alzar la cabeza, sentí que lo hacía con cierta sorpresa e incredulidad.
- Golondrina…¿A ti también…?
-Sí…- Me quité una perla acuosa de uno de mis ojos y me senté de nuevo en el frío suelo, frotándome los pies desnudos.- Es irónico ¿no? .- Los labios me temblaron y comencé a contarle también mi triste historia sin pedirle permiso.
Pasaron los minutos, una hora…dos…el tiempo pasaba pero a la vez se congelaba. El Dragón escuchaba atentamente y sabía aguardar cuando a mí se me cerraba la garganta y me echaba a llorar como una cría. Pasó un largo rato cuando terminé de contarle y que limpiase la nariz con un pequeño estruendo.
-Golondrina.- El Dragón plateado hizo una pausa antes de proseguir. Tenía un tono dulcemente comprensivo.- Toma un poco de mi sangre, por favor y úntala en las heridas de tu pecho.
-¿Tu sangre?- Le miré de hito a hito, sin comprender.
- Me has limpiado mis heridas con las perlas de tus ojos, permíteme curar las tuyas con la sangre que emana de mí. Tal vez no se curen totalmente pero al menos ambos han surgido por el mismo sufrimiento…Por favor, confía en mí.
Sin preguntar más, asentí.
-Confío en ti
Tomé con las yemas de sus dedos un poquito de la sangre que aún manchaba las escamas plateadas y me la puse con cuidado en mis propios cortes…Inmediatamente sentí mucha calidez y cierto alivio. Pero también sentí algo conocido. Y por un momento dejé de sentir ese peso en mi alma, el ancla de la soledad.
-Al menos, por el momento no estamos ya tan solos ¿ne?- Sonreí tenuemente hablando más para mí misma de forma jovial.-Es un placer tener a alguien a quien poder hablarle y escuchar aunque sean tristezas.
-Como un compañero de aventuras.- Contestó el Dragón con cortesía y haciendo un amago de sonrisa, enseñando la sombra de sus colmillos que no me asustó.
- Y desventuras.- Completé. Sin saber porque algo me impulsó a poner mi mano en su propio pecho desgarrado y dije con tono neutro.- Dragón, yo sé que no te conozco mucho y que tú no me conoces pero te prometo que yo…Nunca te voy a traicionar….
En eso, algunas motas de agua salieron como hilillos de los ojos del Dragón y yo, sin más palabras, me acerqué para abrazarle, al menos una parte de él.
Y por un momento, la luna salió, apareciendo en lo alto del pozo y nos iluminó tenuemente. Era buena señal, una pálida luz en aquella oquedad.
La noche estaba fría...no había una estrella en el firmamento. Al menos no había una que brillara para mí e igual manera era difícil ver alguna desde ese pozo...Pero por uno momentos no me importó pues la voz cálida del dragón hacía que me olvidase unos momentos de aquella gelidez y oscuridad que aturdían mi corazón más que mi cuerpo.
-Pequeña Golondrina. ¿Qué haces aquí?- Escuché al dragón dirigirse a mí con cierto esfuerzo después de haber tosido secamente un par de ocasiones y haberme saludado después de las risas. A pesar de que no podía ver nada, salvo la sombra de su silueta, pude saber donde se encontraban sus ojos.
Bajé la cabeza, avergonzada. ¿Cómo podría decirle que el ser a quien había confiado mi vida me había arrojado a la profundidad de ese foso que tanto miedo me había causado? Además, poco lo conocía pero tenía ganas de hablar y él me inspiró confianza. ¡Que raro!…yo confiando después de lo que me había pasado…
-Yo...desobedecí a mi abuela y ahora estoy pagando el precio de no haber escuchado sus sabios consejos.- Suspiré profundamente y volví a dejar caer el mentón sobre mi pecho muy avergonzada. “Bien, ya la he hecho, ahora ha de pensar mal de mí este ser tan sabio.”
El Dragón exhaló, sacando un poco de aire caliente de sus fosas nasales. En parte ese ruidito parecía denotar que estaba cansado y por otra sentí comprensión.
-De los errores se aprende.- Dijo él por un momento. Guardó silencio por un momento como si meditase lo que iba a decir a continuación.- Creo que puedes arreglar el error que cometiste ¿no?
-Algo difícil, por no decir imposible.- Respondí con tristeza meneando la cabeza negativamente.
Mi acompañante volvió a soltar un suspiro, más hondo que los anteriores que incluso me hizo temblar. Sin saber por qué, alcé uno de mis brazos con cierto esfuerzo e intenté tocarle.
-Dragón.- Le llamé, me sentí preocupada al escuchar que su respiración estaba entrecortada.- ¿Qué te ocurre?
No respondió inmediatamente, a cambio de ello sentí que mis cabellos se despeinaban de nuevo por las exhalaciones que emitía. Saqué fuerzas de la flaqueza y olvidándome un poco de mi propio dolor me puse de pie y logré alcanzarlo. Al tocarle sentí que algo húmedo y pegajoso se adhería a la palma de mano. Palpé un poco más y sentí los pliegues de carne abierta. Las perfectas escamas estaban descarnadas y algunas despedazadas.
-¡Señor Dragón!- Solté un grito ronco al asegurarme que tenía una herida parecía a la mía, solo que más grande, más profunda y sangrante. Con la ayuda de mis manos adoloridas y que le recorrían, noté que iba desde la garganta hasta su pecho.- ¡Está gravemente herido!
Retiré las palmas de él y me retorcí los dedos con nerviosismo. ¿Qué podía hacer? Tan solo era una pobre, débil y desgarrada Golondrina que no podía ni con su propia alma. Me asusté más al notar que el cuerpo del Dragón era mil veces más grande que yo. Me angustió de sobremanera al verle agitado y luchando por respirar. Necesitaba que le ayudase a que dejara de sangrar.
Me rompí los pocos trapos que traía encima. Con esfuerzo formé unos paños y sudorosa busqué algo para poder limpiar la sangre. Pero recordé que no había nada más en ese pozo que él, yo, un suelo frío y un charco formado por el agua de mis lágrimas…
Humedecí los trapos con esa agua y poco a poco, en la oscuridad, fui colocándolos en donde estaba más profunda la herida, limpiaba la sangre con la humedad y volvía al charco para enjuagar. Iba y venía sin parar. A veces sentía que el Dragón se estremecía de dolor por el contacto del algodón. No sé cuánto tiempo estuve en esa tarea que parecía interminable pues el tamaño descomunal del Dragón superaba con creces a la mía. Los dos estábamos exhaustos, pero no me importaba, de alguna manera quería ser útil…ser lo contrario a lo que me decía mi padre el buitre.
“Tú no sirves para nada.”
-Perdóname, quisiera hacer más por ti.- Murmuré bajito poniendo de nueva cuenta los paños e intentando sacarme aquella voz tétrica. Sentía que se me doblaban las piernas.- Si tan solo pudiese volar y traer algunas hierbas curativas…
-Tus lágrimas son saladas pero cálidas.- Dijo el Dragón alzando un poco la cabeza, sorprendiéndome y no dejándome caer de nuevo en la tristeza.- Me están ayudando…gracias…- Y volvió a recostarse.
-Dragón.- Le llamé con algo de rubor en la cara sin dejar de pasar lo hilachos de tela. No sabía si debía cerrar la boca o preguntar, pero mi naturaleza curiosa me hizo querer hacerlo así como la forma como él estaba- ¿Quién…quién te hizo esto? ¿Por qué antes de verte escuché el maullido de una gata?- Sentí que estaba siendo muy descarada y tontamente cotilla. Me disculpé- ¡Lo lamento! No respondas si no quieres pero tú, siendo tan magnífico, tan poderoso…se me hace injusto que estés en este lugar tan lúgubre y triste…
El Dragón de Xián, volvió a inhalar y exhalar con fuerza, aún con dificultad antes de responder:
-Pequeña Golondrina, si no te importa, te contaré una historia …Mi historia…
Lenta, quedamente, el Dragón comenzó un relato largo pero pausado. Me limité a escuchar, a comprender mientras seguía con mis pequeñas manos limpiando todo coágulo del plateado cuerpo, de vez en cuando usando mis cabellos para enjuagarle. En unas partes de su narración, al Dragón se le cortaba el aliento y parecía que no podría continuar más, pero valiente como era, continuó hasta el final.
Sentía que se me encogía el corazón en unas partes del relato, al menos los pedazos que me quedaban. Más cuando supe que aquella excelsa criatura que estaba posado a mi lado…tenía el mismo mal que yo padecía…
“El Dragón quería mucho a una hermosa Gata. Muchísimo. La había conocido en un reino que no estaba tan alejado del suyo. Parecía que tenían mucho en común y en poco tiempo ambos se enamoraron uno del otro. Para el Dragón, todo su mundo se comenzó a estructurar alrededor de ella, incluso a tal punto de dejar sus tierras para irse a las de ella y vivir juntos en un precioso y nuevo Palacio, junto a dos grandes amigos suyos: El Semielfo y al Samurai. Por muchos años todo parecía ser felicidad y todo marchaba viento en popa.
Sin embargo, todos tenemos un lado oculto, y el lado oculto de la Gata empezó a mostrarse, haciendo que el Dragón tuviese un gran dolor en el alma. Los gustos del Dragón estaban fuera de los de la Gata y ella intentó cambiarlo. Intentó cambiar sus gustos, sus pensamientos, su forma de ser... Intentó cambiarle incluso de Religión. Pero al final, cuando la Gata pensó que lo tenía controlado, encontró otra diversión, un Perro que sabía cosas que el Dragón no sabía, y que simplemente era "diferente" a lo que el Dragón le había dado.
La decisión de la Gata fue rápida, y aunque el Semielfo asegura que fue dolorosa, no pareció dolerle en absoluto cuando le clavó el puñal a la espalda del Dragón y lanzarlo a un pozo profundo de dolor y olvido, a las manos de la Pálida Dama y al túnel de la traición.”
-Tal como a mí me arrojó el zorro…y también vino a mi la Señora Blanca- Sollocé un poco después de que el Dragón terminó. Pero me guardé las lágrimas, tragándomelas. No quería ponerle de peor de ánimo. El Dragón volvió a alzar la cabeza, sentí que lo hacía con cierta sorpresa e incredulidad.
- Golondrina…¿A ti también…?
-Sí…- Me quité una perla acuosa de uno de mis ojos y me senté de nuevo en el frío suelo, frotándome los pies desnudos.- Es irónico ¿no? .- Los labios me temblaron y comencé a contarle también mi triste historia sin pedirle permiso.
Pasaron los minutos, una hora…dos…el tiempo pasaba pero a la vez se congelaba. El Dragón escuchaba atentamente y sabía aguardar cuando a mí se me cerraba la garganta y me echaba a llorar como una cría. Pasó un largo rato cuando terminé de contarle y que limpiase la nariz con un pequeño estruendo.
-Golondrina.- El Dragón plateado hizo una pausa antes de proseguir. Tenía un tono dulcemente comprensivo.- Toma un poco de mi sangre, por favor y úntala en las heridas de tu pecho.
-¿Tu sangre?- Le miré de hito a hito, sin comprender.
- Me has limpiado mis heridas con las perlas de tus ojos, permíteme curar las tuyas con la sangre que emana de mí. Tal vez no se curen totalmente pero al menos ambos han surgido por el mismo sufrimiento…Por favor, confía en mí.
Sin preguntar más, asentí.
-Confío en ti
Tomé con las yemas de sus dedos un poquito de la sangre que aún manchaba las escamas plateadas y me la puse con cuidado en mis propios cortes…Inmediatamente sentí mucha calidez y cierto alivio. Pero también sentí algo conocido. Y por un momento dejé de sentir ese peso en mi alma, el ancla de la soledad.
-Al menos, por el momento no estamos ya tan solos ¿ne?- Sonreí tenuemente hablando más para mí misma de forma jovial.-Es un placer tener a alguien a quien poder hablarle y escuchar aunque sean tristezas.
-Como un compañero de aventuras.- Contestó el Dragón con cortesía y haciendo un amago de sonrisa, enseñando la sombra de sus colmillos que no me asustó.
- Y desventuras.- Completé. Sin saber porque algo me impulsó a poner mi mano en su propio pecho desgarrado y dije con tono neutro.- Dragón, yo sé que no te conozco mucho y que tú no me conoces pero te prometo que yo…Nunca te voy a traicionar….
En eso, algunas motas de agua salieron como hilillos de los ojos del Dragón y yo, sin más palabras, me acerqué para abrazarle, al menos una parte de él.
Y por un momento, la luna salió, apareciendo en lo alto del pozo y nos iluminó tenuemente. Era buena señal, una pálida luz en aquella oquedad.
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