Capítulo 3. Camino de nueces y chocolate.
-¡Veo luz, veo luz!
Casi me iba de espaldas por la emoción y no era para menos. Habíamos pasado varios días e interminables noches que se hicieron semanas enteras compartiendo sinsabores, tristezas y tragos amargos. El túnel en donde nos hallábamos atrapados era difícil que entrase siquiera un poco de los rayos del sol. Casi siempre en nuestras cabezas gobernaban las tinieblas.
-Golondrina, te vas a caer.- Me advirtió el Dragón un poco tarde pues los grises ladrillos estaban húmedos, muy lisos y por la exclamación que solté, así por la debilidad que aún resentían mis alas, resbalé y caí al vacío.
-¡Ay!
¡Pum! Se escuchó muy quedo. Abrí lentamente los ojos y me los froté. Me levanté y comprobé con mis pequeñas patas que había aterrizado sobre la barriga del Dragón. Con razón no sentí dolor cuando choqué con algo suave.
-¡Gracias Dragón!- Fui dando de brinquitos sobre el vientre plateado.- Si no hubiese sido por ti me hubiera convertido en puré de pollo.
-O de humano.- Dijo el Dragón, algo divertido.- Menos mal que estabas en tu forma de Golondrina que si no…
Reí por el comentario de mi compañero. Era verdad que también estaba de mejor humor que en días pasados. El escucharle con más ánimo me hizo sentirme también un poco más fuerte. Era también que las heridas continuaban haciendo mella en nuestros cuerpos y su interior, pero su risa me parecía que un viento agradable refrescaba todo de mí.
-Quisiera intentar subir de nuevo.- Comenté batiendo las alas con cuidado. El Dragón movió la cabeza inquisitivamente.
-¿Tan tenaz eres? Llevas días intentándolo…
-Un poquito solamente, sí.- Volví a sonreír.- Oye, que no quiero que la tripa más chica se coma a la más grande. Ya me acabé las semillas que traía conmigo.- Palmeé mi estómago que estaba rugiendo como si tuviese una manada de leones hambrientos dentro.- No sé tú pero yo tengo mucha hambre, más grande que de lo que mido. Imagino que la tuya ha de ser monumental por más dragón que seas y hayas aguantado tanto tiempo sin probar bocado.
El Dragón soltó una pequeña carcajada y entornó sus ojos.
-Sí, tal vez tenga algo.
-Uhm. Si salgo prometo traerte algo. Algunas bayas, hierbas, frutos secos…- Al decir esto, él comenzó a reírse con más estruendo.
-Esa dieta es un poco difícil de llevar por seres como yo.
-Ah pues…yo no sé que coman los de tu clase.- Volví a dar otros saltitos y me posé sobre su frente ladeando mi cabecita con interrogantes.- ¿No te gustan las hierbas?
-No soy conejo.
-¡Oye! – Fruncí el ceño algo sentida y crucé mis alas sobre mi pinto pecho.
-Perdona, perdona.- Me enseñó toda la hilera de sus dientes en una mueca de sonrisa y disculpa.- No quise ofenderte, solamente que no estoy acostumbrado a comer esa clase de…alimento. Soy más carnívoro que los mismos felinos.- Al decir lo último vislumbré una sombra de tristeza fugaz que pasó por sus pupilas.
-No tiene nada de malo.- Dije dándole de toquecitos con mi pico para animarlo. Ya me daba cuenta cuando él se ponía melancólico y yo no quería verle así. Me gustaba más verle sonreír.- Mira, yo no soy tan grande ni tan fuerte para traerte un rebaño de ovejas o un lechón porque no puedo con él, pero si te traigo algunas frutas y verduras… ¿prometes comerlas aunque sea un poquito? Debes ponerte fuerte para salir de aquí.
Él volteó a mirarme y haciendo un esfuerzo, me contestó un poco más alegre, asintiendo.
-Te prometo que si caes, yo estaré aquí para levantarte.
Sonreí. Me sentí muy contenta, mucho, como nunca me había sentido antes pues sus palabras destilaban sinceridad y eso desde hace mucho me hacía falta.
-Bueno, entonces ayúdame de nuevo por favor.- Abaniqué mi cola y miré hacía arriba, intentando calcular como podría alcanzar la boca del pozo.
El Dragón intentó incorporarse mientras yo me posaba entre sus fosas nasales. Sentía su respiración, un aire calientito que salía de su interior. Cuando noté que ya no podía levantarse más por el dolor de sus cortes en el pecho y su espalda –en donde tenía claramente la marca de la empuñadura de una daga- Dí unos brincos para poder impulsarme hacía arriba.
Hicimos varios intentos, de las cuales la mayoría de las veces volvía a irme de bruces al fondo del pozo, pero siempre el Dragón de Xián amortiguaba mi caída. A veces quise darme por vencida, sin embargo al ver que Él me ayudaba soportando su gran dolor, me di cuenta que lo que quería hacer no era solo por mí, sino por él…por los dos.
Estaba exhausta pero continúe, tenía que luchar…fue entonces que en una de esas pude brincar más alto y antes de volver a caer en picado batí mis alas oscuras y fui alcanzando altura. Poco a poquito, a veces yéndome de lado, a veces chocando con las circulares paredes, logré ir subiendo.
-Tú puedes, Golondrina. Puedes volar- Escuché a mi amigo animarme. Eso me inyectó más energía sin darle importancia al ardor que sentía en mi garganta. Igual debo confesar que tenía mucho miedo en salir de ahí porque el zorro estaba en alguna parte…ahí afuera…en el exterior, igual mi padre el Buitre que estaría, tal vez buscándome para darme el castigo de mi vida... Pero la voz del Dragón por un momento me hizo vencer ese miedo.
“Yo puedo, yo puedo” Me dije a mi misma a la par de lo que me decía el Dragón.” Además hice una promesa, ¡tengo que poder!”
Dejé mi figura de Golondrina y me quedé como una simple muchacha semidesnuda. Divisé el cielo y supuse que el atardecer estaba ya cayendo. Una brisa fría me congeló hasta los huesos. Pronto se haría noche y los animales carroñeros estarían acechando el sitio. Debía darme prisa.
Encontré, muy cerca a la boca del pozo, una bolsa verde tejida que me había dado mi madre la Paloma como regalo de cumpleaños y que traía conmigo antes de que el Zorro me hiciera trizas…Suspiré con fuerza e intenté contener la tristeza, apreté los puños y aspiré el aroma de las pocas flores que crecían entre las matas de hierba bruta. Inmediatamente la recogí, la sacudí para quitarle la tierra y busqué dentro de ella. Solté un murmullo entre agradecimiento y decepción. Dentro quedaba un vestido blanco con polvo, una cantimplora vacía y dos barras de chocolate dentro de su envoltura. Con eso no apagaría nuestra hambre, así que, después de ponerme el vestido, me dediqué a explorar tratando de ir no muy lejos para no perderme en esas tierras extrañas y que tontamente fui a explorar sin compañía de nadie, solo del zorro traicionero…
“Pero…en estas tierras pude encontrarme y conocer mejor al Dragón.” Me dije, animándome, pensando que siempre detrás de la oscuridad hay una perlita de luz. Un por qué a ese dolor tan desgarrante.
El camino esta repleto de piedras y seca tierra por lo que me hice otros cortes nuevos en mis pies, pero poco me importó. Me encontré con un árbol repleto de nueces. Busqué si no había ardillas por el sitio pues me parecía que si las tomaba sin permiso dejaría a las pobres sin poder comer. Estaba hambrienta pero no podía hacer esa acción tan vil. Al no encontrar ningún rastro, comencé a acopiar los frutos secos, contenta e intentando tararear alguna canción. Pocas notas salieron de mí.
“Poquito a poquito. El Dragón me dijo que si practicaba y dejaba sanar bien mis heridas, podría volver a cantar.” Sonreí.
Pronto encontré también un arroyuelo del cual pude llenar mi cantimplora; junto a él varios colibríes revoloteaban sobre un ramaje lleno de flores coloridas y tupidas. Me acerqué a ellas, me saludaron con afecto y sin contar mucho notaron que no era de esas tierras, así igual que tenía rasguños recientes y mi rostro fatigado, sediento y lleno de hambruna. Uno de aquellos pajarillos, quien dijo ser el que protegía a los colibríes, se convirtió en un hombre anciano de cabello blancuzco y largas barbas, me obsequió su ración de néctar después se escuchar un poco de mis penas.
-Un poco de ayuda para una hermana de los vientos.- Dijo dándome también una porción generosa de moras dulces y señalándome donde podría encontrar más alimento.- Y más siendo alguien quien ha sobrevivido a la caída en el Pozo de la Traición. Somos pequeños pero entre nosotros, los hijos del aire siempre habrá hermandad y comprensión. Noto que aún te falta mucho por superar ese dolor que carcomió tu alma. Mucho de ese camino debes superarlo por ti misma, primero debes curarte, eliminar tu tristeza y rabia así como pasar otras pruebas y perdonar. Pero nunca olvides que no estás sola…- Dicho esto me abrazó mientras yo lloraba llena de gratitud pensando que ese señor tan amable me recordaba a mi amada abuela que tanto añoraba.
La extrañaba, igual echaba de menos a mi mamá Paloma y a mis hermanos. ¿Cómo estarían ellos? Tenía tantas ganas de abrazarles, de cobijarme entre sus cálidas plumas…es cierto que deseaba con tanto ahínco volver a mis tierras, pero el señor Colibrí tenía razón. Además, alguien estaba aguardándome, sufriendo lo mismo que yo…
Después de dar las gracias, me apresuré a seguir recolectando bayas y despidiéndome de los amables colibríes regresé al pozo cuando salía la primera estrella nocturna.
Cuando regresé al lugar donde hace tantas semanas el Zorro me lanzó, al querer bajar, una oleada de terror volvió a sacudirme. Mis pesadillas volvieron y recordé con nitidez como él se había deshecho de mí. A lo lejos escuché el ulular de los búhos y el aullido de los lobos… La oscuridad de ese pozo no me gustaba nada pero…tenía que volver. El Dragón me esperaba.
Me posé sobre la entrada, aleteé un poco y comencé a bajar, pero sin querer mi cuerpo se paralizó y me fui de pico. Por un momento las plumas de mis alas fallaron, tampoco el peso de la bolsa me ayudó. Quise asirme de las paredes pero si lo hacía de seguro estropearía lo que llevaba, igual no pude gritar. Apreté los párpados y levanté mis patitas. Rezaba por que el Dragón se percatara de mi presencia. Pasaron los segundos volando y yo seguía cayendo, cayendo. En eso escuché la voz de mi amigo el Dragón y entonces abrí muy bien mis ojos y pude ver una mano me atrapaba como si fuese una pelota de goma, pero fue con mucha sutileza…Espera… ¿una mano? Volteé hacía arriba, muy extrañada intentando orientarme y buscando la garrafal figura de dragón que ya había memorizado. Pero para mi sorpresa no estaba Él, al menos como lo había conocido…
-¿Estás bien, Golondrina?- Me preguntó algo preocupado. No cabía duda que era el Dragón, pero aún así no salía de mi sorpresa. Lucía tan distinto pero no menos poderoso.
Ya no lo veía de ese tamaño tan descomunal, si no que lo miraba mucho más pequeño, muy diferente…lo vi como un humano. La poca luz de sol que daba me hizo poder vislumbrar un poco su cabello que era castaño, ondulado, bonito…la piel de su rostro era blanca y estaba tapizada por una abundante barba y un bigote que coronaba unos finos labios. Me costó trabajo enfocar sus ojos pues estos se encontraba ocultos detrás de unas gafas de oscura pasta pero lo poco que vi me parecieron penetrantes y llenos de misterio. Se veía en verdad tan erudito pero a la vez tan dulce.
-¿Golondrina?- Me volvió a llamar mientras con su dedo índice se posaba sobre mi pico. Fue entonces cuando reaccioné y me puse de un brinco, algo avergonzada.
-Estoy bien.- Dije intentando ocultar mi sonrojo. No era tan difícil por el color de mi plumaje, al menos eso creía.- Gracias por salvarme de nuevo, Dragón.
-No tienes que agradecer.- Dijo con amabilidad mientras me ponía sobre el suelo y él se sentaba a mi lado. No veía bien como iba vestido, pero escuché el roce de telas que abrazaban su cuerpo.- Me reconociste…
-Eso es fácil. Tienes una voz peculiar y muy varonil. Me gusta.- Noté que sus mejillas se le ponían coloradas y miraba hacia otro lado. Entonces sentí de nuevo vergüenza.- Perdona, no quería ofenderte. A veces soy muy lengua larga y hablo de más.
-No, no me ofendiste, al contrario.- Volvió a mirarme y sus labios bonitos me sonrieron mientras yo me acicalaba las plumas y pasaba la tira del zurrón por encima de mi cabeza para dejarla en el piso. Él me había ayudado también con el peso de la bolsa. Después se puso serio- Volaste muy bien y se ve que conseguiste algo para comer…pero… ¿Por qué volviste a este foso? Bien podías ir a casa, Golondrina.
La pregunta me hizo echarme para atrás, alcé el cuello y le miré directamente.
-Por que soy alguien quien cumple sus promesas, igual que tú.- Al decir eso, en un abrir y cerrar de ojos volví a mi forma humana y me acomodé a su lado mientras, sin mirarle, comenzaba a vaciar la bolsa tejida. No estaba segura si el Dragón podría verme bien pues otra vez ya no había mucha luz- No podía dejarte solo y hambriento, ¿ne?
Él se quedó en silencio. Sentí que cavilaba e igual que me perforaba con sus ojos. Cuando acabé de vaciar mi zurrón, le enseñé lo que traía conmigo y le platiqué mi encuentro con los colibríes al igual le ofrecía disculpas por no poderle lo que a él le gustaba.
-Te prometo que mañana saldré más temprano y buscaré algo para ti. Algo de carne - Le dije volviendo a mirarle de frente.- Le preguntaré al señor Colibrí si sabe como puedo conseguirla.
-Tienes los ojos rasgados, muy bonitos…como de egipcia.- Fue lo único que me dijo, con una sonrisa por delante y que me hizo ponerme colorada.
Nadie me había dicho algo así. Con nerviosismo rompí la envoltura de uno de los chocolates y estrujaba unas hierbas curativas que había encontrado y que le había dicho que servirían para seguir sanando sus heridas.
No supe que contestarle, solo me reí mientras le metía un pedazo de chocolate en su boca para que lo saboreara…
-Nuestro camino es como un chocolate…a veces duro, a veces amargo… otras veces es dulce y placentero. Lo que me dices son estas últimas cosas. Gracias, Dragón…- Le mostré los frutos secos.- Creo que lo mismo pasa con éstas. Son duras por fuera pero su fruto es delicioso. Yo no sé partir nueces… ¿me ayudas?
viernes, 25 de noviembre de 2011
jueves, 24 de noviembre de 2011
"Sangre de Dragón y Lágrimas de una Avecilla"
Capítulo 2. "Sangre de Dragón y Lágrimas de una Avecilla"
La noche estaba fría...no había una estrella en el firmamento. Al menos no había una que brillara para mí e igual manera era difícil ver alguna desde ese pozo...Pero por uno momentos no me importó pues la voz cálida del dragón hacía que me olvidase unos momentos de aquella gelidez y oscuridad que aturdían mi corazón más que mi cuerpo.
-Pequeña Golondrina. ¿Qué haces aquí?- Escuché al dragón dirigirse a mí con cierto esfuerzo después de haber tosido secamente un par de ocasiones y haberme saludado después de las risas. A pesar de que no podía ver nada, salvo la sombra de su silueta, pude saber donde se encontraban sus ojos.
Bajé la cabeza, avergonzada. ¿Cómo podría decirle que el ser a quien había confiado mi vida me había arrojado a la profundidad de ese foso que tanto miedo me había causado? Además, poco lo conocía pero tenía ganas de hablar y él me inspiró confianza. ¡Que raro!…yo confiando después de lo que me había pasado…
-Yo...desobedecí a mi abuela y ahora estoy pagando el precio de no haber escuchado sus sabios consejos.- Suspiré profundamente y volví a dejar caer el mentón sobre mi pecho muy avergonzada. “Bien, ya la he hecho, ahora ha de pensar mal de mí este ser tan sabio.”
El Dragón exhaló, sacando un poco de aire caliente de sus fosas nasales. En parte ese ruidito parecía denotar que estaba cansado y por otra sentí comprensión.
-De los errores se aprende.- Dijo él por un momento. Guardó silencio por un momento como si meditase lo que iba a decir a continuación.- Creo que puedes arreglar el error que cometiste ¿no?
-Algo difícil, por no decir imposible.- Respondí con tristeza meneando la cabeza negativamente.
Mi acompañante volvió a soltar un suspiro, más hondo que los anteriores que incluso me hizo temblar. Sin saber por qué, alcé uno de mis brazos con cierto esfuerzo e intenté tocarle.
-Dragón.- Le llamé, me sentí preocupada al escuchar que su respiración estaba entrecortada.- ¿Qué te ocurre?
No respondió inmediatamente, a cambio de ello sentí que mis cabellos se despeinaban de nuevo por las exhalaciones que emitía. Saqué fuerzas de la flaqueza y olvidándome un poco de mi propio dolor me puse de pie y logré alcanzarlo. Al tocarle sentí que algo húmedo y pegajoso se adhería a la palma de mano. Palpé un poco más y sentí los pliegues de carne abierta. Las perfectas escamas estaban descarnadas y algunas despedazadas.
-¡Señor Dragón!- Solté un grito ronco al asegurarme que tenía una herida parecía a la mía, solo que más grande, más profunda y sangrante. Con la ayuda de mis manos adoloridas y que le recorrían, noté que iba desde la garganta hasta su pecho.- ¡Está gravemente herido!
Retiré las palmas de él y me retorcí los dedos con nerviosismo. ¿Qué podía hacer? Tan solo era una pobre, débil y desgarrada Golondrina que no podía ni con su propia alma. Me asusté más al notar que el cuerpo del Dragón era mil veces más grande que yo. Me angustió de sobremanera al verle agitado y luchando por respirar. Necesitaba que le ayudase a que dejara de sangrar.
Me rompí los pocos trapos que traía encima. Con esfuerzo formé unos paños y sudorosa busqué algo para poder limpiar la sangre. Pero recordé que no había nada más en ese pozo que él, yo, un suelo frío y un charco formado por el agua de mis lágrimas…
Humedecí los trapos con esa agua y poco a poco, en la oscuridad, fui colocándolos en donde estaba más profunda la herida, limpiaba la sangre con la humedad y volvía al charco para enjuagar. Iba y venía sin parar. A veces sentía que el Dragón se estremecía de dolor por el contacto del algodón. No sé cuánto tiempo estuve en esa tarea que parecía interminable pues el tamaño descomunal del Dragón superaba con creces a la mía. Los dos estábamos exhaustos, pero no me importaba, de alguna manera quería ser útil…ser lo contrario a lo que me decía mi padre el buitre.
“Tú no sirves para nada.”
-Perdóname, quisiera hacer más por ti.- Murmuré bajito poniendo de nueva cuenta los paños e intentando sacarme aquella voz tétrica. Sentía que se me doblaban las piernas.- Si tan solo pudiese volar y traer algunas hierbas curativas…
-Tus lágrimas son saladas pero cálidas.- Dijo el Dragón alzando un poco la cabeza, sorprendiéndome y no dejándome caer de nuevo en la tristeza.- Me están ayudando…gracias…- Y volvió a recostarse.
-Dragón.- Le llamé con algo de rubor en la cara sin dejar de pasar lo hilachos de tela. No sabía si debía cerrar la boca o preguntar, pero mi naturaleza curiosa me hizo querer hacerlo así como la forma como él estaba- ¿Quién…quién te hizo esto? ¿Por qué antes de verte escuché el maullido de una gata?- Sentí que estaba siendo muy descarada y tontamente cotilla. Me disculpé- ¡Lo lamento! No respondas si no quieres pero tú, siendo tan magnífico, tan poderoso…se me hace injusto que estés en este lugar tan lúgubre y triste…
El Dragón de Xián, volvió a inhalar y exhalar con fuerza, aún con dificultad antes de responder:
-Pequeña Golondrina, si no te importa, te contaré una historia …Mi historia…
Lenta, quedamente, el Dragón comenzó un relato largo pero pausado. Me limité a escuchar, a comprender mientras seguía con mis pequeñas manos limpiando todo coágulo del plateado cuerpo, de vez en cuando usando mis cabellos para enjuagarle. En unas partes de su narración, al Dragón se le cortaba el aliento y parecía que no podría continuar más, pero valiente como era, continuó hasta el final.
Sentía que se me encogía el corazón en unas partes del relato, al menos los pedazos que me quedaban. Más cuando supe que aquella excelsa criatura que estaba posado a mi lado…tenía el mismo mal que yo padecía…
“El Dragón quería mucho a una hermosa Gata. Muchísimo. La había conocido en un reino que no estaba tan alejado del suyo. Parecía que tenían mucho en común y en poco tiempo ambos se enamoraron uno del otro. Para el Dragón, todo su mundo se comenzó a estructurar alrededor de ella, incluso a tal punto de dejar sus tierras para irse a las de ella y vivir juntos en un precioso y nuevo Palacio, junto a dos grandes amigos suyos: El Semielfo y al Samurai. Por muchos años todo parecía ser felicidad y todo marchaba viento en popa.
Sin embargo, todos tenemos un lado oculto, y el lado oculto de la Gata empezó a mostrarse, haciendo que el Dragón tuviese un gran dolor en el alma. Los gustos del Dragón estaban fuera de los de la Gata y ella intentó cambiarlo. Intentó cambiar sus gustos, sus pensamientos, su forma de ser... Intentó cambiarle incluso de Religión. Pero al final, cuando la Gata pensó que lo tenía controlado, encontró otra diversión, un Perro que sabía cosas que el Dragón no sabía, y que simplemente era "diferente" a lo que el Dragón le había dado.
La decisión de la Gata fue rápida, y aunque el Semielfo asegura que fue dolorosa, no pareció dolerle en absoluto cuando le clavó el puñal a la espalda del Dragón y lanzarlo a un pozo profundo de dolor y olvido, a las manos de la Pálida Dama y al túnel de la traición.”
-Tal como a mí me arrojó el zorro…y también vino a mi la Señora Blanca- Sollocé un poco después de que el Dragón terminó. Pero me guardé las lágrimas, tragándomelas. No quería ponerle de peor de ánimo. El Dragón volvió a alzar la cabeza, sentí que lo hacía con cierta sorpresa e incredulidad.
- Golondrina…¿A ti también…?
-Sí…- Me quité una perla acuosa de uno de mis ojos y me senté de nuevo en el frío suelo, frotándome los pies desnudos.- Es irónico ¿no? .- Los labios me temblaron y comencé a contarle también mi triste historia sin pedirle permiso.
Pasaron los minutos, una hora…dos…el tiempo pasaba pero a la vez se congelaba. El Dragón escuchaba atentamente y sabía aguardar cuando a mí se me cerraba la garganta y me echaba a llorar como una cría. Pasó un largo rato cuando terminé de contarle y que limpiase la nariz con un pequeño estruendo.
-Golondrina.- El Dragón plateado hizo una pausa antes de proseguir. Tenía un tono dulcemente comprensivo.- Toma un poco de mi sangre, por favor y úntala en las heridas de tu pecho.
-¿Tu sangre?- Le miré de hito a hito, sin comprender.
- Me has limpiado mis heridas con las perlas de tus ojos, permíteme curar las tuyas con la sangre que emana de mí. Tal vez no se curen totalmente pero al menos ambos han surgido por el mismo sufrimiento…Por favor, confía en mí.
Sin preguntar más, asentí.
-Confío en ti
Tomé con las yemas de sus dedos un poquito de la sangre que aún manchaba las escamas plateadas y me la puse con cuidado en mis propios cortes…Inmediatamente sentí mucha calidez y cierto alivio. Pero también sentí algo conocido. Y por un momento dejé de sentir ese peso en mi alma, el ancla de la soledad.
-Al menos, por el momento no estamos ya tan solos ¿ne?- Sonreí tenuemente hablando más para mí misma de forma jovial.-Es un placer tener a alguien a quien poder hablarle y escuchar aunque sean tristezas.
-Como un compañero de aventuras.- Contestó el Dragón con cortesía y haciendo un amago de sonrisa, enseñando la sombra de sus colmillos que no me asustó.
- Y desventuras.- Completé. Sin saber porque algo me impulsó a poner mi mano en su propio pecho desgarrado y dije con tono neutro.- Dragón, yo sé que no te conozco mucho y que tú no me conoces pero te prometo que yo…Nunca te voy a traicionar….
En eso, algunas motas de agua salieron como hilillos de los ojos del Dragón y yo, sin más palabras, me acerqué para abrazarle, al menos una parte de él.
Y por un momento, la luna salió, apareciendo en lo alto del pozo y nos iluminó tenuemente. Era buena señal, una pálida luz en aquella oquedad.
La noche estaba fría...no había una estrella en el firmamento. Al menos no había una que brillara para mí e igual manera era difícil ver alguna desde ese pozo...Pero por uno momentos no me importó pues la voz cálida del dragón hacía que me olvidase unos momentos de aquella gelidez y oscuridad que aturdían mi corazón más que mi cuerpo.
-Pequeña Golondrina. ¿Qué haces aquí?- Escuché al dragón dirigirse a mí con cierto esfuerzo después de haber tosido secamente un par de ocasiones y haberme saludado después de las risas. A pesar de que no podía ver nada, salvo la sombra de su silueta, pude saber donde se encontraban sus ojos.
Bajé la cabeza, avergonzada. ¿Cómo podría decirle que el ser a quien había confiado mi vida me había arrojado a la profundidad de ese foso que tanto miedo me había causado? Además, poco lo conocía pero tenía ganas de hablar y él me inspiró confianza. ¡Que raro!…yo confiando después de lo que me había pasado…
-Yo...desobedecí a mi abuela y ahora estoy pagando el precio de no haber escuchado sus sabios consejos.- Suspiré profundamente y volví a dejar caer el mentón sobre mi pecho muy avergonzada. “Bien, ya la he hecho, ahora ha de pensar mal de mí este ser tan sabio.”
El Dragón exhaló, sacando un poco de aire caliente de sus fosas nasales. En parte ese ruidito parecía denotar que estaba cansado y por otra sentí comprensión.
-De los errores se aprende.- Dijo él por un momento. Guardó silencio por un momento como si meditase lo que iba a decir a continuación.- Creo que puedes arreglar el error que cometiste ¿no?
-Algo difícil, por no decir imposible.- Respondí con tristeza meneando la cabeza negativamente.
Mi acompañante volvió a soltar un suspiro, más hondo que los anteriores que incluso me hizo temblar. Sin saber por qué, alcé uno de mis brazos con cierto esfuerzo e intenté tocarle.
-Dragón.- Le llamé, me sentí preocupada al escuchar que su respiración estaba entrecortada.- ¿Qué te ocurre?
No respondió inmediatamente, a cambio de ello sentí que mis cabellos se despeinaban de nuevo por las exhalaciones que emitía. Saqué fuerzas de la flaqueza y olvidándome un poco de mi propio dolor me puse de pie y logré alcanzarlo. Al tocarle sentí que algo húmedo y pegajoso se adhería a la palma de mano. Palpé un poco más y sentí los pliegues de carne abierta. Las perfectas escamas estaban descarnadas y algunas despedazadas.
-¡Señor Dragón!- Solté un grito ronco al asegurarme que tenía una herida parecía a la mía, solo que más grande, más profunda y sangrante. Con la ayuda de mis manos adoloridas y que le recorrían, noté que iba desde la garganta hasta su pecho.- ¡Está gravemente herido!
Retiré las palmas de él y me retorcí los dedos con nerviosismo. ¿Qué podía hacer? Tan solo era una pobre, débil y desgarrada Golondrina que no podía ni con su propia alma. Me asusté más al notar que el cuerpo del Dragón era mil veces más grande que yo. Me angustió de sobremanera al verle agitado y luchando por respirar. Necesitaba que le ayudase a que dejara de sangrar.
Me rompí los pocos trapos que traía encima. Con esfuerzo formé unos paños y sudorosa busqué algo para poder limpiar la sangre. Pero recordé que no había nada más en ese pozo que él, yo, un suelo frío y un charco formado por el agua de mis lágrimas…
Humedecí los trapos con esa agua y poco a poco, en la oscuridad, fui colocándolos en donde estaba más profunda la herida, limpiaba la sangre con la humedad y volvía al charco para enjuagar. Iba y venía sin parar. A veces sentía que el Dragón se estremecía de dolor por el contacto del algodón. No sé cuánto tiempo estuve en esa tarea que parecía interminable pues el tamaño descomunal del Dragón superaba con creces a la mía. Los dos estábamos exhaustos, pero no me importaba, de alguna manera quería ser útil…ser lo contrario a lo que me decía mi padre el buitre.
“Tú no sirves para nada.”
-Perdóname, quisiera hacer más por ti.- Murmuré bajito poniendo de nueva cuenta los paños e intentando sacarme aquella voz tétrica. Sentía que se me doblaban las piernas.- Si tan solo pudiese volar y traer algunas hierbas curativas…
-Tus lágrimas son saladas pero cálidas.- Dijo el Dragón alzando un poco la cabeza, sorprendiéndome y no dejándome caer de nuevo en la tristeza.- Me están ayudando…gracias…- Y volvió a recostarse.
-Dragón.- Le llamé con algo de rubor en la cara sin dejar de pasar lo hilachos de tela. No sabía si debía cerrar la boca o preguntar, pero mi naturaleza curiosa me hizo querer hacerlo así como la forma como él estaba- ¿Quién…quién te hizo esto? ¿Por qué antes de verte escuché el maullido de una gata?- Sentí que estaba siendo muy descarada y tontamente cotilla. Me disculpé- ¡Lo lamento! No respondas si no quieres pero tú, siendo tan magnífico, tan poderoso…se me hace injusto que estés en este lugar tan lúgubre y triste…
El Dragón de Xián, volvió a inhalar y exhalar con fuerza, aún con dificultad antes de responder:
-Pequeña Golondrina, si no te importa, te contaré una historia …Mi historia…
Lenta, quedamente, el Dragón comenzó un relato largo pero pausado. Me limité a escuchar, a comprender mientras seguía con mis pequeñas manos limpiando todo coágulo del plateado cuerpo, de vez en cuando usando mis cabellos para enjuagarle. En unas partes de su narración, al Dragón se le cortaba el aliento y parecía que no podría continuar más, pero valiente como era, continuó hasta el final.
Sentía que se me encogía el corazón en unas partes del relato, al menos los pedazos que me quedaban. Más cuando supe que aquella excelsa criatura que estaba posado a mi lado…tenía el mismo mal que yo padecía…
“El Dragón quería mucho a una hermosa Gata. Muchísimo. La había conocido en un reino que no estaba tan alejado del suyo. Parecía que tenían mucho en común y en poco tiempo ambos se enamoraron uno del otro. Para el Dragón, todo su mundo se comenzó a estructurar alrededor de ella, incluso a tal punto de dejar sus tierras para irse a las de ella y vivir juntos en un precioso y nuevo Palacio, junto a dos grandes amigos suyos: El Semielfo y al Samurai. Por muchos años todo parecía ser felicidad y todo marchaba viento en popa.
Sin embargo, todos tenemos un lado oculto, y el lado oculto de la Gata empezó a mostrarse, haciendo que el Dragón tuviese un gran dolor en el alma. Los gustos del Dragón estaban fuera de los de la Gata y ella intentó cambiarlo. Intentó cambiar sus gustos, sus pensamientos, su forma de ser... Intentó cambiarle incluso de Religión. Pero al final, cuando la Gata pensó que lo tenía controlado, encontró otra diversión, un Perro que sabía cosas que el Dragón no sabía, y que simplemente era "diferente" a lo que el Dragón le había dado.
La decisión de la Gata fue rápida, y aunque el Semielfo asegura que fue dolorosa, no pareció dolerle en absoluto cuando le clavó el puñal a la espalda del Dragón y lanzarlo a un pozo profundo de dolor y olvido, a las manos de la Pálida Dama y al túnel de la traición.”
-Tal como a mí me arrojó el zorro…y también vino a mi la Señora Blanca- Sollocé un poco después de que el Dragón terminó. Pero me guardé las lágrimas, tragándomelas. No quería ponerle de peor de ánimo. El Dragón volvió a alzar la cabeza, sentí que lo hacía con cierta sorpresa e incredulidad.
- Golondrina…¿A ti también…?
-Sí…- Me quité una perla acuosa de uno de mis ojos y me senté de nuevo en el frío suelo, frotándome los pies desnudos.- Es irónico ¿no? .- Los labios me temblaron y comencé a contarle también mi triste historia sin pedirle permiso.
Pasaron los minutos, una hora…dos…el tiempo pasaba pero a la vez se congelaba. El Dragón escuchaba atentamente y sabía aguardar cuando a mí se me cerraba la garganta y me echaba a llorar como una cría. Pasó un largo rato cuando terminé de contarle y que limpiase la nariz con un pequeño estruendo.
-Golondrina.- El Dragón plateado hizo una pausa antes de proseguir. Tenía un tono dulcemente comprensivo.- Toma un poco de mi sangre, por favor y úntala en las heridas de tu pecho.
-¿Tu sangre?- Le miré de hito a hito, sin comprender.
- Me has limpiado mis heridas con las perlas de tus ojos, permíteme curar las tuyas con la sangre que emana de mí. Tal vez no se curen totalmente pero al menos ambos han surgido por el mismo sufrimiento…Por favor, confía en mí.
Sin preguntar más, asentí.
-Confío en ti
Tomé con las yemas de sus dedos un poquito de la sangre que aún manchaba las escamas plateadas y me la puse con cuidado en mis propios cortes…Inmediatamente sentí mucha calidez y cierto alivio. Pero también sentí algo conocido. Y por un momento dejé de sentir ese peso en mi alma, el ancla de la soledad.
-Al menos, por el momento no estamos ya tan solos ¿ne?- Sonreí tenuemente hablando más para mí misma de forma jovial.-Es un placer tener a alguien a quien poder hablarle y escuchar aunque sean tristezas.
-Como un compañero de aventuras.- Contestó el Dragón con cortesía y haciendo un amago de sonrisa, enseñando la sombra de sus colmillos que no me asustó.
- Y desventuras.- Completé. Sin saber porque algo me impulsó a poner mi mano en su propio pecho desgarrado y dije con tono neutro.- Dragón, yo sé que no te conozco mucho y que tú no me conoces pero te prometo que yo…Nunca te voy a traicionar….
En eso, algunas motas de agua salieron como hilillos de los ojos del Dragón y yo, sin más palabras, me acerqué para abrazarle, al menos una parte de él.
Y por un momento, la luna salió, apareciendo en lo alto del pozo y nos iluminó tenuemente. Era buena señal, una pálida luz en aquella oquedad.
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