Capítulo 2. "Sangre de Dragón y Lágrimas de una Avecilla"
La noche estaba fría...no había una estrella en el firmamento. Al menos no había una que brillara para mí e igual manera era difícil ver alguna desde ese pozo...Pero por uno momentos no me importó pues la voz cálida del dragón hacía que me olvidase unos momentos de aquella gelidez y oscuridad que aturdían mi corazón más que mi cuerpo.
-Pequeña Golondrina. ¿Qué haces aquí?- Escuché al dragón dirigirse a mí con cierto esfuerzo después de haber tosido secamente un par de ocasiones y haberme saludado después de las risas. A pesar de que no podía ver nada, salvo la sombra de su silueta, pude saber donde se encontraban sus ojos.
Bajé la cabeza, avergonzada. ¿Cómo podría decirle que el ser a quien había confiado mi vida me había arrojado a la profundidad de ese foso que tanto miedo me había causado? Además, poco lo conocía pero tenía ganas de hablar y él me inspiró confianza. ¡Que raro!…yo confiando después de lo que me había pasado…
-Yo...desobedecí a mi abuela y ahora estoy pagando el precio de no haber escuchado sus sabios consejos.- Suspiré profundamente y volví a dejar caer el mentón sobre mi pecho muy avergonzada. “Bien, ya la he hecho, ahora ha de pensar mal de mí este ser tan sabio.”
El Dragón exhaló, sacando un poco de aire caliente de sus fosas nasales. En parte ese ruidito parecía denotar que estaba cansado y por otra sentí comprensión.
-De los errores se aprende.- Dijo él por un momento. Guardó silencio por un momento como si meditase lo que iba a decir a continuación.- Creo que puedes arreglar el error que cometiste ¿no?
-Algo difícil, por no decir imposible.- Respondí con tristeza meneando la cabeza negativamente.
Mi acompañante volvió a soltar un suspiro, más hondo que los anteriores que incluso me hizo temblar. Sin saber por qué, alcé uno de mis brazos con cierto esfuerzo e intenté tocarle.
-Dragón.- Le llamé, me sentí preocupada al escuchar que su respiración estaba entrecortada.- ¿Qué te ocurre?
No respondió inmediatamente, a cambio de ello sentí que mis cabellos se despeinaban de nuevo por las exhalaciones que emitía. Saqué fuerzas de la flaqueza y olvidándome un poco de mi propio dolor me puse de pie y logré alcanzarlo. Al tocarle sentí que algo húmedo y pegajoso se adhería a la palma de mano. Palpé un poco más y sentí los pliegues de carne abierta. Las perfectas escamas estaban descarnadas y algunas despedazadas.
-¡Señor Dragón!- Solté un grito ronco al asegurarme que tenía una herida parecía a la mía, solo que más grande, más profunda y sangrante. Con la ayuda de mis manos adoloridas y que le recorrían, noté que iba desde la garganta hasta su pecho.- ¡Está gravemente herido!
Retiré las palmas de él y me retorcí los dedos con nerviosismo. ¿Qué podía hacer? Tan solo era una pobre, débil y desgarrada Golondrina que no podía ni con su propia alma. Me asusté más al notar que el cuerpo del Dragón era mil veces más grande que yo. Me angustió de sobremanera al verle agitado y luchando por respirar. Necesitaba que le ayudase a que dejara de sangrar.
Me rompí los pocos trapos que traía encima. Con esfuerzo formé unos paños y sudorosa busqué algo para poder limpiar la sangre. Pero recordé que no había nada más en ese pozo que él, yo, un suelo frío y un charco formado por el agua de mis lágrimas…
Humedecí los trapos con esa agua y poco a poco, en la oscuridad, fui colocándolos en donde estaba más profunda la herida, limpiaba la sangre con la humedad y volvía al charco para enjuagar. Iba y venía sin parar. A veces sentía que el Dragón se estremecía de dolor por el contacto del algodón. No sé cuánto tiempo estuve en esa tarea que parecía interminable pues el tamaño descomunal del Dragón superaba con creces a la mía. Los dos estábamos exhaustos, pero no me importaba, de alguna manera quería ser útil…ser lo contrario a lo que me decía mi padre el buitre.
“Tú no sirves para nada.”
-Perdóname, quisiera hacer más por ti.- Murmuré bajito poniendo de nueva cuenta los paños e intentando sacarme aquella voz tétrica. Sentía que se me doblaban las piernas.- Si tan solo pudiese volar y traer algunas hierbas curativas…
-Tus lágrimas son saladas pero cálidas.- Dijo el Dragón alzando un poco la cabeza, sorprendiéndome y no dejándome caer de nuevo en la tristeza.- Me están ayudando…gracias…- Y volvió a recostarse.
-Dragón.- Le llamé con algo de rubor en la cara sin dejar de pasar lo hilachos de tela. No sabía si debía cerrar la boca o preguntar, pero mi naturaleza curiosa me hizo querer hacerlo así como la forma como él estaba- ¿Quién…quién te hizo esto? ¿Por qué antes de verte escuché el maullido de una gata?- Sentí que estaba siendo muy descarada y tontamente cotilla. Me disculpé- ¡Lo lamento! No respondas si no quieres pero tú, siendo tan magnífico, tan poderoso…se me hace injusto que estés en este lugar tan lúgubre y triste…
El Dragón de Xián, volvió a inhalar y exhalar con fuerza, aún con dificultad antes de responder:
-Pequeña Golondrina, si no te importa, te contaré una historia …Mi historia…
Lenta, quedamente, el Dragón comenzó un relato largo pero pausado. Me limité a escuchar, a comprender mientras seguía con mis pequeñas manos limpiando todo coágulo del plateado cuerpo, de vez en cuando usando mis cabellos para enjuagarle. En unas partes de su narración, al Dragón se le cortaba el aliento y parecía que no podría continuar más, pero valiente como era, continuó hasta el final.
Sentía que se me encogía el corazón en unas partes del relato, al menos los pedazos que me quedaban. Más cuando supe que aquella excelsa criatura que estaba posado a mi lado…tenía el mismo mal que yo padecía…
“El Dragón quería mucho a una hermosa Gata. Muchísimo. La había conocido en un reino que no estaba tan alejado del suyo. Parecía que tenían mucho en común y en poco tiempo ambos se enamoraron uno del otro. Para el Dragón, todo su mundo se comenzó a estructurar alrededor de ella, incluso a tal punto de dejar sus tierras para irse a las de ella y vivir juntos en un precioso y nuevo Palacio, junto a dos grandes amigos suyos: El Semielfo y al Samurai. Por muchos años todo parecía ser felicidad y todo marchaba viento en popa.
Sin embargo, todos tenemos un lado oculto, y el lado oculto de la Gata empezó a mostrarse, haciendo que el Dragón tuviese un gran dolor en el alma. Los gustos del Dragón estaban fuera de los de la Gata y ella intentó cambiarlo. Intentó cambiar sus gustos, sus pensamientos, su forma de ser... Intentó cambiarle incluso de Religión. Pero al final, cuando la Gata pensó que lo tenía controlado, encontró otra diversión, un Perro que sabía cosas que el Dragón no sabía, y que simplemente era "diferente" a lo que el Dragón le había dado.
La decisión de la Gata fue rápida, y aunque el Semielfo asegura que fue dolorosa, no pareció dolerle en absoluto cuando le clavó el puñal a la espalda del Dragón y lanzarlo a un pozo profundo de dolor y olvido, a las manos de la Pálida Dama y al túnel de la traición.”
-Tal como a mí me arrojó el zorro…y también vino a mi la Señora Blanca- Sollocé un poco después de que el Dragón terminó. Pero me guardé las lágrimas, tragándomelas. No quería ponerle de peor de ánimo. El Dragón volvió a alzar la cabeza, sentí que lo hacía con cierta sorpresa e incredulidad.
- Golondrina…¿A ti también…?
-Sí…- Me quité una perla acuosa de uno de mis ojos y me senté de nuevo en el frío suelo, frotándome los pies desnudos.- Es irónico ¿no? .- Los labios me temblaron y comencé a contarle también mi triste historia sin pedirle permiso.
Pasaron los minutos, una hora…dos…el tiempo pasaba pero a la vez se congelaba. El Dragón escuchaba atentamente y sabía aguardar cuando a mí se me cerraba la garganta y me echaba a llorar como una cría. Pasó un largo rato cuando terminé de contarle y que limpiase la nariz con un pequeño estruendo.
-Golondrina.- El Dragón plateado hizo una pausa antes de proseguir. Tenía un tono dulcemente comprensivo.- Toma un poco de mi sangre, por favor y úntala en las heridas de tu pecho.
-¿Tu sangre?- Le miré de hito a hito, sin comprender.
- Me has limpiado mis heridas con las perlas de tus ojos, permíteme curar las tuyas con la sangre que emana de mí. Tal vez no se curen totalmente pero al menos ambos han surgido por el mismo sufrimiento…Por favor, confía en mí.
Sin preguntar más, asentí.
-Confío en ti
Tomé con las yemas de sus dedos un poquito de la sangre que aún manchaba las escamas plateadas y me la puse con cuidado en mis propios cortes…Inmediatamente sentí mucha calidez y cierto alivio. Pero también sentí algo conocido. Y por un momento dejé de sentir ese peso en mi alma, el ancla de la soledad.
-Al menos, por el momento no estamos ya tan solos ¿ne?- Sonreí tenuemente hablando más para mí misma de forma jovial.-Es un placer tener a alguien a quien poder hablarle y escuchar aunque sean tristezas.
-Como un compañero de aventuras.- Contestó el Dragón con cortesía y haciendo un amago de sonrisa, enseñando la sombra de sus colmillos que no me asustó.
- Y desventuras.- Completé. Sin saber porque algo me impulsó a poner mi mano en su propio pecho desgarrado y dije con tono neutro.- Dragón, yo sé que no te conozco mucho y que tú no me conoces pero te prometo que yo…Nunca te voy a traicionar….
En eso, algunas motas de agua salieron como hilillos de los ojos del Dragón y yo, sin más palabras, me acerqué para abrazarle, al menos una parte de él.
Y por un momento, la luna salió, apareciendo en lo alto del pozo y nos iluminó tenuemente. Era buena señal, una pálida luz en aquella oquedad.
jueves, 24 de noviembre de 2011
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