martes, 20 de marzo de 2007

"Oda a la Luna de Otoño"

“Oda a la Luna de Otoño”


Prólogo


Levanté lentamente mis párpados, haciendo que mis ojos se despejaran y mi mente huyera de una incoherente abstracción, para beberme la luna y sus compañeras, las estrellas del firmamento, mientras mis pies sentían la frescura del agua salada que empapaba la piel.
Ese era mi único paisaje, mi único mundo. El primer plano cuando ambos, el destino y yo decidimos cambiar mi vida para siempre. Estaba claro que debía hacerlo, estaba decidido con el permiso de todos mis cabales sentidos.

Nunca he creído en el azar ni en las coincidencias…

Y avancé…

Me detuve casi al instante de haber iniciado mi marcha. No pude evitar respingar al sentir el contacto de algo metálico que se colgaba por la cadena plateada que rodeaba mi cuello. A cada paso que daba siempre “eso” golpeaba mi pecho, un rítmico palpitar externo.

Lo tantee con las yemas de mis dedos pero no quise verlo. A través del contacto pude leer sin la ayuda de mi sentido de la vista unos símbolos grabados en varios colores mortecinos. Seguramente con el poder del viento ahora debería resaltar el color verde en tan mítico artefacto…

De repente, sin explicación, un mareo sacudió los pilares de mi razón.

Lo que ocurrió luego no supe bien que fue, sólo que caí boca arriba porque todo lo demás que recuerdo me es totalmente difuso: un paisaje totalmente diferente a lo que conocía, lo que si sabía es que un dolor profundo me quemaba por dentro.

Una silenciosa oscuridad…

“Hay recuerdos que habitaban y ahora de nueva cuenta golpean mi mente, igual que los reflejos de esos instantes en los que subía la marea y golpeaba las rocas de esta playa; camine sin rumbo por varios días y mis huellas eran borradas con el viento, con la brisa, con la sangre que destilaban mis descalzos pies heridos; lentamente mi sombra desaparecía de la arena, al igual que esos sueños del pasado que ya no volverían…"

Quise llorar, más no pude. Deseaba gemir por ayuda pero mi garganta no emitió ningún sonido. Y eso fue porque muy dentro de mí, en la cavidad de mis más perdidos ensueños había algo que me daba seguridad: Encontraría la luz en este viaje que hoy ha comenzado…

“No importa a dónde vaya… ni siquiera importa en dónde esté… Pero lo que si sé que debo confiar en la fuerza que hay dentro de mi alma, todo para afrontar las consecuencias de los obstáculos que se me den…La fuerza necesaria que no precisa de nombre, la fuerza que me lleva de la mano cuando me encuentro entre el umbral de la luz y de la oscuridad, entre la tristeza y la alegría, entre la desesperación y la tranquilidad, entre el temor y el valor… ¡Valor!...¿Cómo puede una palabra tan pequeña expresar el coraje de mi interior?”

Tenía que ponerme de pie, debía ir al encuentro de algo o de alguien y ahí estaré...