viernes, 12 de enero de 2007

*Crónicas de Mimir*

"Crónicas de Mimir"

Ayway...con mis nervios a punto de estallar porque el médico me ha prohibido comer chocolate (pero no pienso hacerle mucho caso X_X) y no me salen algunos dibus, me dispongo a comenzar con subir las urls correspondientes a esta historia interactiva, del cual me han hecho favor de participar las personas que más admiro en el mundo de las letras y claro, de manera personal: Metal_Link (mi hermano), Minaya, Nayru, Roskat, Säbel, Shadow, Saku_Zelda, Triforce_Deity, The Hero of Time y una servidora. Todos con un inigualable estilo, han hecho de Mimir un lugar lleno de emociones, aventuras, misterio, amistad y amor n.n

Os doy la probadita del prólogo, una imagen de mi personaje: Tyra de Celes, de la cual postearé su ficha y bueno, disfrutadla ^^


"Hace mucho tiempo, antes de que existiera el tiempo y el espacio, antes de que la vida soplara su tierna brisa por todos los poros de nuestra piel, antes de que el mundo junto con todos sus colores y sensaciones se formara, existía vagando por ese desorden Chaos, gobernante de ese universo en silencio. La nada dominó por millones de lo que hoy llamamos años. Hasta que una vez, si es que se le pudiese llamar así, cansada de esa monotonía, Chaos puso fin a su eterna y solitaria travesía. Y desde su interior trajo a su universo a miles de hijos animados e inanimados… Pero en vez de ser un acto de amor o de cambiar el desorden que imperaba, Chaos lo vio como una forma de demostrar a alguien que no fuese a ella misma su poderosa influencia y de calmar momentáneamente su aburrición.
De todos los miles de hijos, siete de ellos, siete dioses, hijos de la confusión y hermanos de la deidad en sangre y corazón, se dieron cuenta de la actitud egocéntrica y posesiva de Chaos. Decepcionados de quién fuese su creadora descendieron desde la matriz de su progenitora alejándose hasta el punto más lejano del centro de los dominios de la diosa, eso sí, acompañados por otros tantos de sus hermanos menores.
Esos siete grandes dioses eran: Odla, el de los brazos de oro, el dios de la tierra, Lathia, la de los cabellos de zafiro y diosa de la bóveda celestial, Sibel, la de los pies argentados, diosa del agua, Reivaj, de labios ardientes y dios del fuego, Elia, la de piel de porcelana y diosa del viento, Horth, el de espíritu esperanzador, dios del valor e Ikah, el de ojos rasgados, dios de la dualidad.
Los siete, decididos a crear un lugar diferente a lo que habían experimentado y en donde derramar sus dones, comenzaron y terminaron su labor inmediatamente que para nosotros hubiese sido una tormentosa eternidad.

En el lugar elegido, Odla, con sus potentes brazos cultivó la roja y negruzca tierra y le dio forma.

“He construido la dura piedra y la suave arena. Aquí fundaremos un nuevo mundo, le llenaremos de cosas nuevas, lejos de la arrogancia y perpetuidad de nuestra madre y a la vez nuestro padre Chaos” Y una vez de terminar de moldear, dio paso a la primera de sus hermanas.

Lathia, creó los cristalinos y vastos cielos, y a través de ellos esparció su vasta presencia.

Otro mundo de inmenso azul he puesto, pues Odla necesitaba un manto que cubriese la soledad de su mundo terreo” La diosa se fusionó con el firmamento.

Sibel, con sus limpias y purificantes lágrimas inundó el nuevo mundo de agua, el elemento del inicio.

Lloro de alegría, pues delante de mi Odla y Lathia han creado cosa más hermosa y perfecta. Más hincha mi interior de gozo porque puedo llenar los huecos caminos que han dejado para que vaciara en ellos mi fascinación en forma de gotas de perla” Dijo la divinidad en un susurro.

Reivaj, de su boca, surgió una gigantesca llamarada naranja-amarillenta circular a la que llamó “sol” el cual proporcionaría calor a las formas creadas y no creadas de la tierra. Una pequeña lengua de fuego que formaban la mítica estrella se separó y alejándose al otro extremo del mundo se enfrío pero no perdió su brillo y tomó forma. El dios la nombró “luna”.

“Da calor al día, hijo Sol…Luna, velad la noche como una hermana guardián guerrera…” Exclamó Reijav, sonriendo ante su creación.

Elia, con el movimiento de sus finos dedos creó los rollizos vientos que danzarían por todos los recovecos del planeta.

“Respira y vuela, dulce aroma de mil esencias…encontrad tu lugar en esta esfera” La bella divinidad, tímida y callada no hizo más que suspirar.

Horth, con su rica alma jovial esculpió y dio vida a todos los seres desde el más insignificante árbol hasta el primer ser mortal que desde entonces moraron el mundo que él llamó Mimir.

“Os doy la habilidad de caminar por la tierra perfecta que ha creado Odla, de la cual comerán y dejarán plasmada vuestras huellas. Lleven sus ruegos hasta el vasto cielo de Lathia. Beban de la fuente de diamante de Sibel para que sacien su sed de saber. Despierten cuando la estrella de fuego se levante por el oriente de Reijav y cuando se esconda iluminen su sueño con el pálido brillo de su diminuta melliza la luna…Dejad que vuestra materia respire el viento de mi amada hermana Elia…Vivid pues y yo os protegeré, tened valor y fe…” Así habló Horth, mientras sus pupilas se tornaban decididas sobre sus criaturas.

Ikah, finalmente proveyó al alma de cada hombre y mujer, bestia y planta de su propia esencia: la dualidad que equilibra las fuerzas opuestas e iguales a la vez…Luz y Oscuridad…

“Vuestra savia, ya sea roja o transparente, vuestra piel ya sea blanca o negra, recordad que todos, “sin excepción” os he puesto en ella, en cada alma, la semilla del universo: el recuerdo de Chaos. Ya dependerá de vosotros con cual cubriréis vuestro destino…si envolveréis el don de la vida que mi hermano Horth os ha dado con el bien o mal, con odio o amor, con sombras o luz… Pero no olvidéis que al principio y al final sólo encontrareis lo inevitable…” Fueron estas palabras que profirió la boca divina del gran Ikah.

Los grandes dioses complacidos, al completar su misión regresaron a su nueva morada erigida en los cielos… Sin embargo, los dioses lo saben, el viento de las tormentas de Mimir lamentará una trágica historia que sucederá... Esta es una vieja historia, ahogada en los recuerdos del mundo sagrado, olvidada a la fuerza por quienes sufrieron y recordada por los valerosos seres como el despertar de un deseo.
Todos los seres cometen errores…otros pequeños…otros grandes…lo que es cierto que al fin y al cabo estos actos afectan en mayor o menor medida a quienes les rodean y tarde o temprano se pagan... El tiempo medido con arena de reloj cayó sobre aquellos seres creados, para unos alegremente, para otros en poca medida de forma hostil y Mimir empezó a levantarse. La vida en el “Reino de Oro” comenzó a ser eso, vida, al darse la evolución….Todo en un principio fue armonía, abundancia y prosperidad… Sin embargo los milenios pasaron y todo cambió por intervención de otros dioses procreados por el mismo eco de la confusión y envenenados por la influencia de Chaos, la deidad que nunca perdonó que sus primeros hijos la abandonaran… Celosos por las maravillas creadas por los siete dioses, aconsejaron a humanos inimaginablemente egoístas y efímeros que se levantaran en armas en contra de otras divinidades menores que habían sido elegidos por los dioses creadores para cuidar del bienestar de sus hijos mortales.
Inevitablemente una maléfica guerra se desató… Una batalla en la que nadie ganó...nadie perdió…
Los verdes esmeraldas y vastos campos de Mimir perdieron su pureza al ser pisoteados por seres abominables que no supieron comprender el regalo del dios dual. Las altas montañas perdieron su eterna calidez y fueron envueltas por un gélido frío eterno. La transparencia de su mar y de sus ríos fueron consumidos por el color a muerte y sabor a ajenjo y la morada de los mortales se asimiló en un ahogante desierto. Los dioses desde su eterno paraíso veían como sus hijos, uno a uno morían…La oscuridad invadió el corazón de Mimir, que lentamente, como si esperase que en cualquier momento detuviese su palpitar. Hasta que un milagro, podría ser, entre tantos fantasmas y olor a muerte asfixiando la esperanza, dos luces brillantes aparecieron en el firmamento del desvastado reino, dos luceros de los cuales se escribirían su propia historia y se cantarían su belleza, el destino del cosmos infinito….la cruenta batalla terminó hasta la intervención de Ikah y Horth quienes fueron los únicos que bajaron del cielo… A partir de ese día comenzó una segunda y nueva época para la frágil Mimir, conocida como la “Era de Cristal” Nadie sabe cómo acabó todo. Nadie supo si los dos dioses regresaron a su mundo o se mezclaron entre la prole de los pobres mortales… Sólo que después del correr de ese río de sangre, Mimir fue relativamente purificado y sus tierras fueron habitadas por humanos simples y otros con habilidades inimaginables, híbridos, guerreros y semidioses, producto de los deseos de aquellos seres que se llaman así mismos las “Divinidades del Crepúsculo” con los seres de este pequeño y frágil mundo. Sin embargo algo desconocido que había sobrevivido a tales consecuencias seguía oculto, cuyo único sentimiento era la ambición que crecía cada día más con volver a surgir…débil al terminar el ayer…destructivo en el amanecer… Nadie supo en que tiempo ocurrió, ni tampoco con el paso de los años ha llegado alguien a saber la verdad. La mayoría de los seres no le dan importancia pues, realmente, no son cosas de que preocuparse… ¿O quizá la historia que mezcla el principio con el fin como lo predijo Ikah no termina ahí…? "

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